21 de abril de 2011

Boda Real Británica: el Palacio de Buckingham se viste de gala para recibir a los invitados


Un total de 19 salones (entre ellos los salones blanco y azul, la Sala de Música y la Sala de banquetes de Estado, todas en el ala oeste de la residencia real) están siendo acondicionados para recibir a los invitados de más alto nivel. El palacio sirve de residencia y despacho oficial de la reina Isabel II y  es uno de los pocos palacios que siguen funcionando como oficina central de un jefe de Estado. En él  trabajan más de 250 empleados.


Buckingham dispone de 775 habitaciones, entre las que se encuentran 19 salas de estado, 52 habitaciones reales y para invitados, 188 dormitorios para empleados, 92 oficinas y 78 cuartos de baño. Las medidas del edificio son de 108 metros de largo visto desde el frente, 120 metros de profundidad y 24 metros de alto.

El salón de baile, con más de 37 metros de largo por 18 de ancho, es la sala más grande y espectacular de palacio. Fue terminado en 1856 y diseñado al gusto de la reina Victoria por James Pennehorne y Ludwig Grunner, quienes también fueron los encargados de realizar los planos de los dormitorios reales.

Actualmente, Isabel II lo utiliza para actos de investidura e importantes banquetes, pero desde 2000, año en el que se abrieron sus puertas a los visitantes, también se usa como lugar de exposiciones.

La habitación está adornada con gigantescas lámparas de cristal y pilastras adosadas a los muros al estilo neoclásico. Deslumbra un enorme órgano situado frente a un baldaquín bordado en oro sobre un lujoso terciopelo carmesí.

En la enorme galería de arte, que exhibe obras de Rembrandt, Canaletto, Rubens o Tiziano, se colocará el pastel de boda que preparará la pastelera Fiorna Cairn, de varios pisos y decorado con flores de azúcar representativas de todo el Reino Unido: la rosa de Inglaterra (símbolo de la felicidad), el cardo de Escocia (símbolo del matrimonio), el lirio de Gales (símbolo de la ternura) y el trébol de Irlanda (símbolo de la buena suerte).

Desde 1993, el Buckingham abre sus puertas al público durante el periodo estival, que coincide con el momento en el que la reina y su familia se trasladan a su residencia en Balmoral (Escocia). En 2011, del 23 de julio al 3 de octubre recibirá a quienes quieran descubrir algo más sobre la monarquía británica.

Aunque no hay acceso a las estancias privadas, entre las habitaciones de Estado abiertas a los visitantes se encuentran los salones blanco y azul, la sala de música y la sala de banquetes de Estado, todas en el ala oeste de la residencia oficial de Isabel II, cerca de la galería de pinturas. Algunas de ellas también acogerán a los invitados a la recepción tras el enlace del día 29 de abril.

El visitante que acude a Buckhingham tiene ocasión de contemplar el salón del trono, en su recorrido por 19 suntuosas estancias, la mayoría diseñadas por John Nash, para Jorge IV, quien trasladó aquí su corte.

El palacio debe su nombre al duque de Buckimgham, John Sheffield, político conservador del siglo XVIII, quien construyó en este espacio su casa. En 1761, Jorge III le compró la propiedad con el fin de que su esposa, la reina Carlota, la utilizara como casa familiar al estar próxima al Palacio de Saint James, por lo que empezó a ser conocida por la casa de la Reina. Catorce de sus quince hijos nacieron allí.

Finalmente, la casa fue transformada en lo que es hoy el Palacio de Buckingham en 1820 y comenzó a ser la residencia oficial de la reina Victoria en 1837.

Entre los tesoros que se pueden contemplar en este relativamente moderno palacio, figura la pinacoteca de Jorge IV, que incluye obras de Rembrandt, Rubens y Van Dick, y las seis lámparas de araña de la sala de baile, con nueve mil piezas de cristal cada una y de tres metros de largo.

Otras piezas destacadas son, un órgano centenario aún en uso y procedente del Real Pabellón de Brighton; la espada con la que Isabel II inviste a los nuevos caballeros del imperio británico, según una costumbre de orígenes medievales; o una mesa redonda hecha casi íntegramente con porcelana de Sèvres, regalo de Napoleón a Jorge IV. Además de preciados relojes, esculturas y objetos de porcelana y cristal que adornan las distintas salas.

La visita concluye en los jardines del ala sur de palacio, que con sus 12 hectáreas de superficie, un lago y árboles de distintas especies, es presentado como un oasis amurallado, escenario de elegantes recepciones como las "garden parties” (fiestas en el jardín) en las que pueden llegar a servirse 27.000 tazas de té.

Desde 2003, y tras la conmemoración, un año antes, del cincuenta aniversario de la coronación de Isabel II, en el recorrido por el palacio el visitante puede contemplar el delicado vestido y el manto que llevaba aquel 2 de junio de 1953 la reina británica.

Estas ropas ocupan una vitrina central en una sala revestida con una serie de 14 pinturas colocadas a modo de friso y que relatan la coronación, en un estilo impresionista elegido por el artista Félix Topolski, al que el duque de Edimburgo, esposo de Isabel II, encargó la obra en 1959.

Las rosas de la casa real de los Tudor, los cardos de Escocia, los tréboles de Irlanda del Norte y los puerros en flor de País de Gales, se combinan con los símbolos de los países miembros de la Commonwealth, como la hoja de arce de Canadá o el loto blanco de la India.


El salón de baile, con más de 37 metros de largo por 18 de ancho, es la sala más grande y espectacular de palacio. Fue terminado en 1856 y diseñado al gusto de la reina Victoria por James Pennehorne y Ludwig Grunner, quienes también fueron los encargados de realizar los planos de los dormitorios reales.

Actualmente, la reina Isabel II lo utiliza para actos de investidura e importantes banquetes, pero desde 2000, año en el que se abrieron sus puertas a los visitantes, también se usa como lugar de exposiciones. La primera de ellas tuvo como protagonista a la Reina Madre con motivo de la celebración del centenario de su nacimiento.

La habitación está adornada con gigantescas lámparas de cristal y pilastras adosadas a los muros al estilo neoclásico. Deslumbra un enorme órgano situado frente a un baldaquín bordado en oro sobre un lujoso terciopelo carmesí.

Una acuarela de Louis Hague recuerda el banquete de la inauguración del salón de baile el 17 de junio de 1856, para celebrar el final de la Guerra de Crimea.

En la parte oeste de la sala permanecen los dos tronos usados por el rey Eduardo VII y su esposa, la reina Alexandra, durante el acto de coronación de 1902.

Los banquetes de Estado se celebran en este salón, donde se coloca la célebre mesa con forma de herradura donde se han sentado mandatarios de todo el mundo.

La mesa se prepara dos días antes del banquete y se pulen más de un millar de copas de fino cristal, se doblan 170 servilletas de lino y se preparan más de 20 arreglos florales para las noches de gala.

Tan cuidadosa preparación tiene que ver con el gusto por el protocolo de la monarquía británica que mantiene estrictamente las distancias entre cada individuo y el servicio sobre la mesa, que ocupa un espacio de 45 centímetros de un extremo a otro, para lo que, si resulta necesario, se utiliza una regla de medir.

Cada asistente cuenta con seis copas, para el agua, el vino -blanco y tinto-, el oporto, una quinta para brindar y otra para el postre: en total 1.014 copas que fueron fabricadas para la coronación de la reina, en 1953.

Como dato curioso le gustará saber que la silla de la soberana es la única que tiene reposabrazos.


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