Son hermosas, modernas, elegantes y muy inteligentes. Una ya
estuvo casada y otra fue madre soltera. Sólo una tiene sangre aristócrata,
mientras otra es argentina. Los futuros reyes europeos ya no se casan con
princesas reales o jovencitas sin pasado ni profesión: la nueva moda es
convertir en reinas a chicas cuyos orígenes, pasado o profesión pueden chocar
con los tradicionales requerimientos de la Realeza.
Lejos quedaron los tiempos en que las princesas europeas
eran enviadas por sus padres a otras naciones para, a la vez, casarse con un
príncipe y garantizar las buenas relaciones diplomáticas, políticas y
económicas de los países involucrados. Kate Middleton, la prometida de
Guillermo de Inglaterra, y Charlenne Wittstock, novia de Alberto II de Mónaco,
pasarán este año a formar parte de la nueva generación de princesas plebeyas.
En este grupo hay que incluir a una palestina -Rania de Jordania-, una africana
-Salma de Marruecos-, una ex diplomática -Masako de Japón-, y hasta a un
hombre, el dueño de un gimnasio casado el año pasado con la futura reina de
Suecia.
La sonrisa de Bélgica
En diciembre de 1999, la dulce Mathilde d’Udekem d’Acoz se
casó con Felipe de Bélgica. Su llegada a la Corte de Bruselas representó una
bocanada de aire fresco justo cuando la atmósfera familiar se había vuelto
irrespirable: cortesanos, políticos, opinión pública y familiares intrigaban para
desbancar a Felipe (cuarentón, poco popular, soltero, poco interesado y
melancólico) y poner a su hermana Astrid (inteligente, simpática y trabajadora)
como heredera del trono.
Logopeda de profesión, Mathilde realizó estudios de
psicología y domina cuatro idiomas. Su aparición fue calificada como un
verdadero “regalo del cielo” por la prensa. Con sus ojos risueños y una belleza
simple y juvenil, llegó a conquistar los corazones de los belgas y llenar de
frescura a una Familia Real gris y apagada. Quienes la conocen la alaban por su
rectitud y cordialidad y no faltan quienes dicen que Mathilde -“la Sonrisa de
Bélgica”- reúne las mejores virtudes de todas las reinas que tuvo Bélgica.
La princesa triste de Oriente
Quien hace años que no sonríe es Masako Owada, esposa del
heredero del trono japonés, Naruhito. Porque cuando se casó en 1993, la
juventud japonesa creyó que una fresca ráfaga de aire inundaría el Palacio
Imperial, pero aquella joven culta, dinámica y graduada en Harvard en
relaciones internacionales, pasó a ser la kotaishihi (“princesa”) triste e
invisible. Hoy atraviesa una profunda depresión, provocada por la presión de la
Corte y por no haber podido tener hijos varones.
Masako nunca fue la candidata ideal de la Corte para casarse
con el futuro emperador, a quien le dieron una lista de 100 candidatas
“perfectas” para olvidar a Masako. Los funcionarios no la creían digna, por ser
plebeya y demasiado liberal y moderna. Ni bien traspasó los fosos y muros de
palacio, la transformaron a su antojo. Masako perdió su libertad y su
naturalidad espontánea. Restringida por un protocolo feroz, Masako languidece,
sometida a normas asfixiantes y con funciones oficiales inexistentes. Está
obligada a caminar silenciosa y con la cabeza inclinada, tres pasos detrás de
su marido. No puede vestirse ni bañarse sola, ver TV, usar anteojos, o mirar a
un hombre a los ojos. Rara vez puede ver a sus padres, y casi nunca puede salir
de palacio.
El diamante de la Corona
Cuando el príncipe (actual rey) Abdallah de Jordania
presentó a su novia, Rania Al-Yassin, a su familia, la anciana reina madre Zein
le dijo: “Rania, tu serás el diamante de nuestra corona”. Corría el año 1992 y
la reina Zein era ya toda una experta en la ciencia de catalogar a las mujeres
que se incorporaban a su familia. Hacía y deshacía reputaciones a su antojo,
como cuando rechazó a la madre británica de Abdallah (Tony Gardner), en 1961:
en esa ocasión, Zein miró de arriba a abajo la chica, balbuceó algunas palabras
en árabe y nunca más le dirigió la palabra.
Zein prefería que su nieto eligiera a una beduina de pura
sangre como él, no una palestina, pero ante el riesgo de que regresara con una
mujer menos apropiada, Rania no estuvo tan mal. A día de hoy, aquella chica
conservadora, tímida y musulmana es considerada una de las mujeres más
elegantes del mundo -rivalizando directamente con las “divas” de la sociedad
occidental y con las princesas de Europa- y tal vez la mujer más influyente del
Oriente Medio.
¡Bomba en la realeza europea!
Tal fue el titular de los diarios en Noruega cuando se supo
que Mette-Marit Tjessem era la novia del futuro rey, el príncipe Haakon. La
impresentable joven era madre de un niño, fruto de su relación con un
traficante de drogas. Había vivido alocadamente su juventud, y trabajaba como
camarera. Los novios se fueron a vivir juntos, el príncipe no se mostró
dispuesto a renunciar al amor y el asunto se volvió escándalo nacional.
Un político dijo que la baja condición de la novia era un
insulto a la monarquía. La iglesia puso el grito en el cielo y la princesa
Ranghild, -tía de Haakon- confesó su deseo de morir antes de ver a Mette-Marit
como reina. El noviazgo sólo fue celebrado por el partido republicano y un
ministro se quejó: “La monarquía se está cavando su propia fosa”.
Mette-Marit tardó mucho en conquistar el cariño de la
opinión pública, y aun hoy continúa trabajando duro para ganar las simpatías de
la nación. La prensa más crítica no simpatiza demasiado con ella, a la que
tachan de terca, voluntariosa y caprichosa. Pero no son pocos los que reconocen
que cumple su papel con energía, dispuesta a dejar atrás los años vergonzosos y
ser alguien valioso para Noruega.
Una argentina en el trono de Holanda
Máxima Zorreguieta, esposa de Guillermo-Alejandro de
Holanda, es la primera mujer sudamericana en llegar a la realeza europea. Dueña
de un gran sentido del humor, disciplinada, y muy inteligente, su personalidad
y su carácter pusieron a los holandeses a sus pies. Sin embargo, su llegada a
la Corte de los Orange no fue un camino sin piedras.
La prensa descubrió, a la vez, el romance y el oscuro pasado
político del padre de ella, lo que desató un escándalo de graves proporciones.
El gobierno tardó en dar el consentimiento requerido, hasta que un informe
pedido por el primer ministro concluyó que, si bien Jorge Zorreguieta formó
parte del Gobierno de Videla, no participó en la toma de decisiones para la
desaparición y muerte de miles de argentinos. Para entonces Guillermo ya había
asegurado: “Yo opté por Máxima de forma incondicional, con todos los riesgos de
la decisión”. Ahora, la princesa es uno de los miembros más populares de la
familia real holandesa.
Ninguna reina en 1.200 años
En Marruecos, en 2001, el modernista Rey Mohammed VI sentó
el precedente único en la historia de su país al anunciar su matrimonio junto
al nombre y una fotografía de su prometida. Salma Bennani, la novia, se
convirtió en la primera “esposa de rey” conocida. Y Mohammed VI, en el primer
rey monógamo: tiempo atrás había desmantelado en Harén Real, donde por siglos
vivieron ocultas las esposas, madres, hermanas, hijas y concubinas de los
sultanes.
Salma, experta en Matemática e Informática, impresionó al
entonces príncipe heredero por su firmeza, su inteligencia, su preparación, sus
cabellos rojos, ojos claros y piel blanquísima. La tradicional boda la
convirtió en Princesa, un honor inaudito en el reino alauí, donde las esposas
de los monarcas sólo recibían el título de “Madre de los Príncipes” si habían
conseguido dar hijos al rey.
Los marroquíes reconocen en la hermosa pelirroja al rostro
amable y fresco de la dinastía alauita. Salma cumple funciones protocolares y
preside numerosas instituciones sociales y benéficas. Habla poco pero manda
mucho, y nadie duda que las más modernas medidas tomadas por el rey surgen
gracias a la influencia de Salma, dueña de un gran papel histórico en una
monarquía con doce siglos de vida y ni una sola reina.
Elegancia y sofisticación australianas
Más difícil lo tuvo la abogada australiana Mary Donaldson
para llegar al trono de Dinamarca. Atractivo y deportista, el príncipe Federico
siempre estuvo rodeado de chicas y admiradoras, y en el centro de interés de la
prensa danesa. Una y otra vez los daneses se enteraron, con estupor, que sus
novias eran plebeyas y que no tenían la aprobación de la reina Margarita II.
Dos años estuvo enamorado de una modelo de lencería, y la ruptura supuso un
gran período de depresión para el príncipe, que sintió deseos de suicidarse.
Los más de tres años de noviazgo, desde aquellos primeros
paseos por las playas australianas hasta el palacio, fueron un camino largo y
duro. Mientras la reina ejercía resistencia, Mary se instaló en Copenhague, y
se dedicó en cuerpo y alma a aprender a hablar y escribir danés, y recibir
clases de historia, cultura y protocolo. Se investigó su vida sin hallar ningún
secreto inconfesable, lo que dejó a la reina sin excusas para frenar el
romance. Se dio cuenta de que su hijo jamás sería feliz si no se casaba con su
amada australiana, y dio permiso para el casamiento. Ahora la altiva Mary,
madre de 4 hijos, se luce como una de las mujeres más sofisticadas y elegantes
de la realeza europea.
La reina de la televisión
Una semana después de la boda de Federico y Mary, en 2004,
tuvo lugar en Madrid la del Príncipe Felipe, heredero del trono español, con
Letizia Ortiz, periodista de TVE a quien la prensa definió como una mujer
“concienzuda, coherente, consciente, madura y seria”. Nacida en Oviedo
(Asturias) estudió periodismo y trabajó en CNN Plus y en el diario ABC, entre
otros medios. Su vida -de clase media, sin demasiados recursos económicos-
transcurrió como la de cualquier joven española universitaria.
Sus humildes orígenes -abuelo taxista y madre enfermera-, no
sentaron bien en los sectores conservadores de España, ni a los reyes, Juan
Carlos y Sofía, pero el príncipe estuvo decidido como nunca a convertir a
Letizia en su esposa: “Esto es lo que hay”, les dijo. “O esto, o lo dejo todo”.
Letizia debió seguir un curso de usos y costumbres para
ajustarse a la estrictísima etiqueta de la corte española y hacer frente a
numerosos cuestionamientos de parte de la prensa, el Congreso o la Iglesia.
Ahora, la ex estrella de la información española suele ser el foco más buscado
de los fotógrafos, y el blanco del periodismo -fanáticos y detractores- que la
convirtieron en una de las mujeres más fotografiadas, admiradas y criticadas en
suelo español.
El futuro príncipe consorte
Curiosamente, el último plebeyo en lanzarse a integrarse,
por matrimonio, a una Familia Real fue un hombre: Daniel Westling se casó con
Victoria de Suecia, la única mujer heredera a un trono. Daniel nació en
Ockelbo, no lejos de la capital sueca, en el seno de una familia sencilla.
Después de finalizar la secundaria hizo estudios especializados en el área
deportiva. Fue entrenador personal y el principal propietario de una exclusiva
cadena de gimnasios repartidos por Estocolmo, “Balance Training”, a la que acude
lo más selecto del mundo empresarial sueco, y donde conoció a la princesa
Victoria en 2001.
El muchacho fue muy criticado por su vestimenta informal,
pero con el tiempo Westling cambió las gorras y pantalones vaqueros por el
traje y la corbata, adquiriendo un estilo menos irreverente. Durante diez años,
los reyes no consideraron que la pareja adecuada para la futura reina fuera un
chico provinciano, propietario de un gimnasio, con reducidas habilidades
sociales y un nivel de cultura general bajo, pero el noviazgo terminó
consolidándose. La boda se celebró por todo lo alto en julio de 2010.
Casi un año después, la universitaria Kate Middleton,
proveniente de una familia de clase media alta de Inglaterra, y la ex campeona
olímpica de natación Charlene Wittstock, serán las próximas en integrarse a las
nuevas generaciones de la realeza, donde príncipes y princesas se encargan de
que los cuentos de hadas dejen de ser una utopía, para convertirse en una
realidad.