21 de abril de 2011

El misterioso silencio del emperador de Japón


 
Mientras Japón intenta levantarse de entre las ruinas, buscar a sus víctimas, y luchar contra una inminente catástrofe nuclear, la gran pregunta es qué papel cumple dentro de toda esta historia el emperador japonés, Akihito.

Descendiente de una línea dinástica de 125 emperadores, que fija sus orígenes divinos en el año 2600 a. C., el septuagenario Akihito es un hombre cálido, sencillo y muy agradable que lleva 22 años en el Trono del Crisantemo. Pero a diferencia de sus 124 antecesores, considerados dioses, recibió la corona de una monarquía constitucional cuyos poderes y privilegios están estrictamente delimitados por la Constitución. El emperador es, por tanto, un emperador sin imperio, a quien la tradición marca no llamar por su nombre sino hasta una vez que ha muerto, y al que no se puede mirar directamente a los ojos.

El estricto protocolo le impide al soberano hablar, comprar, o salir del palacio sin permiso del Gobierno, y toda su vida está regida y planeada de antemano con la estricta supervisión del parlamento y la Kunaicho, o Agencia Imperial, formada por 1.200 funcionarios al servicio de sus majestades que velan por el mantenimiento de las tradiciones más antiguas, estableciendo lo que debe y lo que no se debe hacer en el ámbito imperial. Entre las cosas que se le exigen ahora, está el hecho de recluirse temporalmente a guardar luctuoso silencio y llorar con dignidad las pérdidas que sufre Japón.

El diario Yomiuri difundió un mensaje de condolencias de la Casa Imperial a las familias de los heridos, muertos y desaparecidos en la tragedia. Allí también felicitaban a los equipos de rescate que aún continúan rastrillando miles de kilómetros arrasados. Esa fue la única comunicación hasta el momento.

Según un portavoz de la Kunaicho, el emperador y su esposa, la emperatriz Michiko, han decidido quedarse a oscuras y en silencio durante un tiempo indeterminado para solidarizarse con los japoneses, y ahorrar energía, según publicó el diario español ABC que citó al diario nipón Nikkei. También optaron por cerrar hasta nuevo aviso el Palacio Imperial, salvo para realizar actos protocolarios como la presentación de credenciales por parte de nuevos diplomáticos extranjeros y no saldrán al exterior excepto que sea necesario para conservar energía. Como hicieron en los años '90, luego de que un fuerte terremoto en Kobe cobrara cientos de víctimas, Akihito y Michiko guardarán un luto que quizás dure años, sin salir de Japón.

En la cultura occidental esto sería visto como un signo de terrible desprecio hacia las víctimas y de falta de respeto hacia quienes han perdido un ser amado. Pero Japón es único. El papel de Akihito es el de mantenerse en el elevado ámbito, de la moral, lejos de la política y las páginas de información social, y es por eso que en Japón no sorprende su silencio. Lo más sorprendente es que los japoneses no esperen su intervención ni una palabra de aliento.

Un profesor de cultura japonesa, Yasuo Ohara, catedrático de la universidad de Kokugakuin, de Tokio, lo explicó en términos sucintos: “Lo que la gente espera es un emperador que esté por encima de la existencia mundana”. El peligro reside en que con ello el emperador podría llegar a ser alejado de la vida cotidiana y la monarquía podría ser vista como un elemento de poca importancia, como ya opinan ciertos sectores de la sociedad, especialmente los jóvenes: “El emperador no significa nada para los de mi generación”, dice un joven empresario de Tokio. “Toda una generación de jóvenes ignora quién es el emperador. El palacio necesita demostrar un poco más de apertura”, agrega.

DARIO SILVA D’ANDREA
Publicado en PERFIL.COM

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