21 de abril de 2011

Las revelaciones de WikiLeaks afectaron también a la Realeza


Ni la realeza ha podido salvarse de las secretas conversaciones mantenidas por la diplomacia estadounidense, reveladas los últimos días por la organización WikiLeaks, y que ha causado un escándalo a nivel internacional.




El primero en ser nombrado ha sido el Rey Abdallah de Arabia Saudita, que se encuentra enfermo e internado en una clínica norteamericana. Según los cables diplomáticos estadounidenses filtrados por WikiLeaks, su nación está obsesionada con el peligro del programa nuclear iraní, promocionado por el presidente Ahmadinejad, y con las aspiraciones hegemónicas de Teherán en la región. Pese a que el reino saudita, sunita, se muestra moderado en sus declaraciones públicas sobre su potente vecino chiita, los documentos revelan que en privado, se muestra muy vehemente contra el programa nuclear de Irán, del que sospecha que el objetivo es la bomba atómica.


“Les ha dicho a ustedes que le corten la cabeza a la serpiente”, declara, citando al rey, el embajador saudí en Washington, Adel al-Jubeir, a su homólogo estadounidense en Irak, Ryan Crocker, y al general David Petraeus. El diplomático les recuerda también las “exhortaciones frecuentes (del rey Abdallah) a Estados Unidos para que ataque a Irán y acabe con su programa militar nuclear”, según la retranscripción de la reunión del 17 de abril de 2008. Los documentos muestran igualmente que los saudíes se negaron a enviar un embajador a Irak, diciendo temer por su seguridad y desconfiar del primer ministro, el chiita Nuri al Maliki. “No confío en ese hombre (...) Es un agente iraní”, dijo el rey Abdallah a los estadounidenses en marzo de 2009.

Por su parte, también se ha visto involucrado en las filtraciones diplomáticas un sobrino del rey Abdallah, el príncipe Mohammed bin Nayif, hijo del poderoso ministro del interior, Nayif (hermano del rey), y que llegó a decir, según un cable de la Embajada de EE.UU., en mayo de 2009: “Tenemos un problema llamado Yemen”, refiriéndose a que el vecino Yemen es un Estado fallido en el que el presidente, Ali Abdullah Saleh, ha perdido por completo el control del país. Para el príncipe, Yemen es un país “muy, muy, extremadamente peligroso”, tal como le transmitió al enviado norteamericano para Afganistán y Pakistán, Richard Holbrooke, en mayo del año pasado.

Quienes tampoco han salido indemnes de las filtraciones de documentación diplomática han sido el heredero al trono británico, el príncipe Carlos, y su hermano el príncipe Andrés, duque de York. Según los despachos diplomáticos, publicados por el periódico británico The Guardian, el príncipe de Gales no cuenta con tanto respeto como el que los británicos brindan hacia su madre, la reina Isabel II, y el príncipe Andrés tiene pésimos modales.

Amitav Banerji, director de Asuntos Políticos de la Commonwealth, comenta a un funcionario de la Embajada de EE.UU. en Londres que el príncipe “no suscita el mismo respeto que su madre”. De acuerdo con el cable que recoge esa conversación, Banerji había deslizado que la Corona intentaba mejorar la imagen del hijo mayor de la reina involucrándolo más en las cuestiones de la Comunidad, y de ese diálogo también surge que el príncipe es una figura clave en la relación del Reino Unido con Arabia Saudita.

Otro cable diplomático, esta vez de 2008, subraya la rudeza del príncipe Andrés, que en una reunión social en Kirguistán criticó públicamente a los periodistas del The Guardian, a los investigadores anticorrupción, a los estadounidenses y a los franceses. La diplomática que escribió el informe acusó al duque de York de chauvinista: “dijo que los estadounidenses no entienden de Geografía y que jamás lo hicieron. Y agregó que, en cambio, el Reino Unido tiene a los mejores profesores de Geografía del mundo”.

El documento habla también del “comportamiento grosero” del príncipe Andrés, por haber criticado en un almuerzo de trabajo a la Oficina Británica contra el Fraude y a Estados Unidos por investigar un acuerdo de compra de armamento con las autoridades de Arabia Saudita. Esa investigación reveló sobornos, corrupción y fraudes por miles de millones de libras, y el suministro de prostitutas a miembros de la familia real saudí.

Por ello, varios parlamentarios de Gran Bretaña, encabezados por John Mann, llegaron a solicitar al príncipe Andrés su renuncia a su cargo como enviado comercial británico. “Si estos comentarios del príncipe Andrés son ciertos, y por supuesto aún no lo sabemos, entonces está claro que los documentos son de interés público, y permiten a la población determinar si el príncipe está ejerciendo bien su rol”, declaró el diputado.    Mann también sostiene que el tercer hijo de la reina “deberá repensar su posición si quiere llevar a cabo sus tareas de la mejor manera posible”.

Tras la publicación de esta filtración a Wikileaks, la Casa Real llamó al silencio al príncipe Andrés, y personas cercanas al Palacio de Buckingham apoyaron al duque de York al afirmar a la agencia de noticias británica Press Association (PA) que “está claro que el Duque siente pasión” por su papel de representante especial del Reino Unido en asuntos internacionales de comercio e inversión. Tras lo divulgado por The Guardian, el ministro británico de Empresas, Vince Cable, instó hoy al príncipe Andrés a que no haga comentarios sobre asuntos de política gubernamental, en declaraciones hechas al canal británico Sky News. “No es un asunto que incumbe al Príncipe Andrés; es un asunto del Gobierno”, dijo el ministro sobre las críticas del príncipe Andrés a la investigación sobre los supuestos sobornos a un miembro de la casa real saudita.

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