21 de abril de 2011

Los Grandes Duques de Europa celebraron sus 30 años de matrimonio

14 DE FEBRERO DE 2011
El 14 de febrero de 1981, Día de los Enamorados, se convirtieron en marido y mujer en la Catedral de Luxemburgo, en presencia de la anciana gran duquesa Carlota (abuela de Enrique), y de representantes de todas las casas reales europeas, como los reyes de Noruega, Suecia, Bélgica, las reinas de Dinamarca, Holanda y España, y el duque de Edimburgo. Por primera vez en la historia europea, una mujer latinoamericana se unía en matrimonio con un futuro soberano.
La conducta discreta y tranquila de todos los miembros de la casa gran ducal los ha mantenido a los Nassau siempre al margen de la curiosidad de las revistas del corazón, que sólo se han ocupado de la familia reinante en señaladas ocasiones: la boda de los hoy soberanos, la abdicación de los anteriores grandes duques y la proclamación de Enrique y María Teresa. Hace unos años, fue tomado con suma naturalidad el hecho de que uno de los hijos de la pareja reinante renunciara a sus derechos al trono, y se casara con una muchacha con la que ya tenía un hijo.

Cuenta la leyenda que el príncipe Enrique y la cubana María Teresa Mestre iniciaron el noviazgo sin que la muchacha supiera la verdadera identidad del príncipe, quien se habría presentado a sí mismo ante su compañera de la universidad como Henri Clairvaux. El príncipe, al parecer, por razones de seguridad, mantuvo oculta su verdadera identidad, y le fue contando que su padre (el gran duque Juan) era un industrial de Luxemburgo que tenía una fábrica de acero y que quería que su hijo ampliara estudios y conocimientos antes de integrarse en el negocio familiar.

Al enterarse de la verdadera identidad, María Teresa llegó a pensar: “Lo último que haría sería enamorarme de este chico”, según confesó en una entrevista. “Pero después me enamoré. Por otra parte, salir con el príncipe heredero supone muchos problemas. Sin embargo, una vez enamorada, y sabiendo ya quien era Enrique, me preguntaba: ¿Me dejarán amar a este hombre? Fue entonces cuando intenté de nuevo volverme atrás, pero ya no me fue posible”.

Por su parte, el gran duque Enrique recordaría que aquella época con estas palabras: “Lo que me sedujo de mi esposa fue, por descontado, su belleza y, por otra parte, su capacidad intelectual, unido a su firme deseo de ayudar siempre a los demás. Por otra parte, cuando la conocí comprendí inmediatamente que era la persona que reflejaba exactamente lo que yo imaginaba que podía ser una esposa para mí y una soberana para mi país”.

“Siempre estaré agradecida a los luxemburgueses porque, desde el momento en que llegué, fueron muy amables conmigo. Me hicieron sentir, enseguida, como en mi propia casa. Yo que nací en otro continente y viví en tres países diferentes hasta que tuve 21 años. Fueron años en los que sentí que no pertenecía a ningún lugar y necesitaba encontrar un país, y éste es uno donde la gente me lleva, realmente, en su corazón”, decía la gran duquesa al regreso de su luna de miel en las Bahamas.

María Teresa Mestre y Batista provenía de una historia muy distinta: a los tres años de edad, tras el triunfo de la revolución castrista en Cuba, su familia marchó a Nueva York, y tras una estancia de cinco años se trasladaron a España, concretamente en Cantabria, donde la familia adquirió una finca.

La joven muchacha cubana tuvo que atravesar serios obstáculos antes de llegar a formar parte de la Casa Gran Ducal de Luxemburgo, especialmente ante su futura suegra, la gran duquesa Josefina Carlota (que deseaba para su hijo una princesa europea) y de la abuela del príncipe, la gran duquesa Carlota, amada por el pueblo luxemburgués.

Muchos años más tarde, con su esposo ya bien instalado en el trono gran ducal (desde el 7 de octubre de 2000), María Teresa conmocionó a su siempre modesto ya apacible país afirmando que su suegra Josefina Carlota (hermana de los reyes Balduino y Alberto de Bélgica) no le había hecho más que la vida imposible desde su desembarco en Luxemburgo. La noticia apareció en los diarios luxemburgués y belga Le Quotidien y Le Soir, los cuales publicaron que María Teresa, conocida también como “la Criolla” por su origen cubano, acusaba a su suegra querer destruir su matrimonio a causa de su origen plebeyo. Detalladamente, la gran duquesa explicó que no en vano su suegra la llamaba despectivamente “la pequeña cubana” y le atribuyó a Josefina Carlota los rumores que apuntaban a que “deseaba volver a Cuba” y que los servicios de seguridad del Gran Ducado “la habían ido a buscar varias veces al aeropuerto”.

Al margen, María Teresa y Enrique son dos soberanos tremendamente respetados por sus conciudadanos. A María Teresa Mestre le interesan particularmente los problemas sociales de la Humanidad. Ella se ocupa en Génova de personas con problemas en sus hogares y de niños desfavorecidos. La Gran Duquesa habla correctamente el español, su lengua materna. También habla francés, y domina la lengua inglesa, y también, de manera perfecta el luxembourgués, el alemán y el italiano. Después del 10 de junio de 1997 comenzó a ejercer la función de Embajadora de Buena Voluntad de la Unesco.

Actualmente preside la Fundación Prince Henri-Princesse Maria Teresa, creada en 1981, que se ocupa de favorecer la integración a la sociedad de personas discapacitadas y desfavorecidas. También es presidenta de honor de la Fundacion Recherche SIDA. La Gran Duquesa se ha destacado por patrocinar particularmente un Festival de Teatro y Musica de Wiltz, en asociación con el Aveugles de Luxemburgo y la Asociación Luxemburgo Alzheimer. También apadrina un orfelinato que lleva su nombre en Divin, Bielorusia. En octubre de 1999 la Seton Hall University (escuela para relaciones diplomáticas internacionales en USA) le otorgó el título de Doctora Honoris Causa.

Darío Silva-D’Andrea

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