21 de abril de 2011

Muere Antonieta de Mónaco: la princesa ambiciosa e intrigante


Si algo nunca le ha faltado a la familia principesca de Mónaco son personajes exóticos, coloridos e intrigantes, y sin duda entre ellos también destacó, aunque en otros tiempos, la princesa Antonieta, última de su generación, que ha fallecido a los 90 años de edad. Dueña de una personalidad arrolladora, que le llevó a mantener una relación conflictiva con su hermano durante largo tiempo, murió en el Centro Médico Princesa Grace, tras una larga hospitalización. 
El Palacio del Príncipe ha colocado las banderas a media asta, a petición del sobrino de Antonieta, el príncipe Alberto II. Como miembro de la familia Grimaldi siempre se mostró siempre “muy cercana a sus conciudadanos y dispuesta a participar en los tradicionales acontecimientos que reunían a todas las generaciones. También estaba muy implicada en la defensa de los animales y dirigía personalmente la Sociedad Protectora de Animales de Mónaco”, según el comunicado de Palacio.

Su vida personal como la de todos los miembros del clan Grimaldi fue sobremanera agitada. La hermana del príncipe Rainiero III, llegó a ser conocida en la Corte, durante su juventud, como una mujer intrigante y ambiciosa, usurpadora potencial del trono de su hermano. Durante largos años estuvo distanciada de su hermano, de la princesa Grace, por la que sentía celos, y de sus sobrinos, aunque finalmente, y ya octogenaria, fue perdonada y logró ser nuevamente aceptada en el seno familiar. Como sucede con la mayoría de los miembros de la familia Grimaldi, una gran cantidad de rumores y chismes rodearon su vida, y se ha llegado a saber ciertamente que muchos de esos rumores (que la acusaban de conspiradora para hacerse con la corona) son ciertos. No sería una exageración decir que la princesa Antonieta pudo haber vivido una historia de proporciones telenovelescas.

Antonieta Luisa Alberta Susana vino al mundo en París el 28 de diciembre de 1920, descendiente de franceses, mexicanos, españoles, alemanes, escoceses, ingleses, holandeses, italianos y monegascos, siendo la primera hija de la princesa Carlota, la hija natural adoptada por el juerguista Luis II, y el aprovechado Pierre de Polignac, francés de sangre española. La sangre Grimaldi en sus venas era apenas una utopía, muy conveniente a los ojos monegascos, debido a que el apellido se extinguió en el siglo XVIII, durante el reinado de la princesa Luisa Hipólita, casada con Jacques de Goyón-Matignón, y posteriormente se realizó el cambio de apellidos con el matrimonio de la princesa Carlota con Pierre de Polignac, padres de Antonieta.

Terriblemente enemistados casi desde el mismo momento en que nació Rainiero, en 1923, los padres utilizaron a sus hijos como moneda de cambio, y es entonces cuando el abuelo Luis II decidió cortar por lo sano y separar a los hermanitos, enviando a Rainiero a un internado británico, y más tarde volvieron a la casa del abuelo en Suiza. Luis II era el que tomaba las decisiones educativas con respecto a sus nietos, entre otras cosas porque el padre no tuvo nunca ni voz ni voto en cuestiones familiares. La princesa Carlota vivía ya en París y veía a sus hijos cuando se le antojaba. Y casi nunca se le antojaba, porque veía imposible compaginar la vida hogareña con bailes, viajes, cenas de sociedad y compras de joyas y vestidos. Se dice que tanto Carlota como Pierre estuvieron siempre más atentos a los perros de compañía o de caza, que afortunadamente no lloraban, ni reían, ni gritaban como los hijos propios. Para los años ’50, la díscola y extravagante Carlota había tenido ya varios amantes, entre ellos René Guirier, un ladrón de joyas.

La princesa creció en una posición extraña, primero con la polémica sobre la sucesión y luego con su hermano tomando el centro del escenario como el Príncipe Heredero, en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial. Fue también durante ese período que comenzó una fogosa relación con el tenista monegasco Alexandre-Athenase Noghés con quien tuvo tres hijos.

En diciembre de 1951, Alexandre y la princesa se casaron en una ceremonia civil en Génova. Tres hijos ilegítimos habían nacido de este romance -Elisabeth-Anne (1947), Christian Louis (1949) y Christine Alix, (1951-1989)-, pero el matrimonio sólo duró hasta 1954, tras lo cual se comenzó a conocer públicamente el papel que durante años Antonieta había cumplido como ambiciosa y entrometida en la Corte. Aburrida, celosa y convencida de que, por ser la mayor, a ella le debía corresponder el trono, Antonieta se convirtió en la más encarnizada enemiga de su hermano. Tanto, que cuando príncipe se fue a vivir con su amante, la actriz Giséle Pascale, cerca de Mónaco, además de pedirle el ingreso a palacio se dedicó a difundir, durante largo tiempo, rumores maliciosos sobre la sexualidad de su hermano y de la presunta esterilidad de la actriz. Esta condición convertía a Giséle en una mujer no apta para casarse con un príncipe que necesita de la descendencia para que su país continuara siendo independiente de Francia.

Antonieta no soportaba a Giséle y todavía no había logrado aceptar la injusticia de haber sido relegada a un segundo plano, considerándose mucho mejor capacitada que su hermano. Giséle, por su parte, no soportó la presión de su viperina cuñada y el romance no duró más de seis años, y Rainiero, ya con el cincuenta por ciento de las acciones del casino de Mónaco vendidas a Onassis, con una quiebra técnica de la banca monegasca, la pérfida hermana le acusó de pagar sobornos a empresas extranjeras para que invirtieran en el principado. En este momento la princesa tenía un romance con Jean-Charles Rey y se les acusó de planear un “golpe de palacio” para deponer a Rainiero III y entronizar a Antonieta, sobre la base de que tenía un hijo y heredero que podía mantener la independencia del principado.

El fracaso definitivo de Antonieta en todos sus intentos “golpistas” llegó de la mano de la hermosa Grace Kelly, con quien su hermano se casó en 1956 después de un breve noviazgo. La pareja tuvo tres hijos –Carolina, Alberto y Estefanía– que aseguraron la preservación dinástica y alejaron del trono a la caprichosa tía Antonieta. Teniendo en cuenta todo esto, el hecho de que Rainiero tolerara siempre a su hermana fue un acto de gran cariño y paciencia, aún cuando la prensa supo que Antonieta no se había dado por vencida en los años ’60 y continuaba causando problemas a Rainiero y Grace. Finalmente, todos supieron que Antonieta abandonó Mónaco, y que la causante de ese exilio “voluntario” había sido la princesa Grace, en una medida tomada para poner punto final a las controversias familiares que reinaban en La Roca desde hacía año. Christian, el hijo de Antonieta, sin embargo, escribiría más tarde que la princesa Grace siempre fue muy amable con él y siempre dispuso de tiempo para él en el palacio, aún durante los muchos altibajos de su vida privada.

Jean-Charles Rey y Antonieta se casaron en 1961, pero nunca tuvieron hijos y se divorciaron en 1974. Mantenerse lejos del Palacio fue difícil para esta princesa que pasó de gozar de la reputación de intrigante y ambiciosa a la de tía loca y excéntrica. La mayor parte del tiempo la pasó en la costa francesa, rodeada de una gran colección de perros y gatos, y sus sirvientes siempre rememoraron su extraño comportamiento para con los animales.

En 1983, a los 63 años, se casó con el bailarín inglés John Gilpin, pero la aventura no duró mucho ya que el muchacho murió sólo seis semanas después, y porque la leyenda dice que en el siglo XVI una gitana violada por Rainiero I echó la maldición de que ningún matrimonio de su familia sería feliz.

El paso del tiempo, el trato, las tristezas familiares provocaron una lenta reconciliación de la princesa con Rainiero III y los suyos, comenzando a participar discretamente en los eventos sociales y oficiales más importantes de Mónaco.

La princesa, sus hijos y sus nietos fueron relegados de la línea sucesoria al trono tras la reforma constitucional de 2002, pero no de palacio, conservando siempre tuvo un sitio especial junto a la familia principesca en las señaladas veladas oficiales de Mónaco. En 2005, anciana, avejentada y ayudada por un bastón, asistió a los funerales de Rainiero, perdiendo desde entonces, con la sucesión del su sobrino Alberto II, sus derechos al trono. Ya nonagenaria, sufría de osteoporosis y posiblemente cáncer de páncreas, pero igual se preparaba anímicamente para asistir al enlace de su sobrino con Charlenne Wittstock, cuando le llegó la muerte el 18 de marzo de 2011.
DARÍO SILVA-D'ANDREA

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