Si algo nunca le ha faltado a la familia principesca de
Mónaco son personajes exóticos, coloridos e intrigantes, y sin duda entre ellos
también destacó, aunque en otros tiempos, la princesa Antonieta, última de su
generación, que ha fallecido a los 90 años de edad. Dueña de una personalidad
arrolladora, que le llevó a mantener una relación conflictiva con su hermano
durante largo tiempo, murió en el Centro Médico Princesa Grace, tras una larga
hospitalización.
El Palacio del Príncipe ha colocado las banderas a media
asta, a petición del sobrino de Antonieta, el príncipe Alberto II. Como miembro
de la familia Grimaldi siempre se mostró siempre “muy cercana a sus
conciudadanos y dispuesta a participar en los tradicionales acontecimientos que
reunían a todas las generaciones. También estaba muy implicada en la defensa de
los animales y dirigía personalmente la Sociedad Protectora de Animales de
Mónaco”, según el comunicado de Palacio.
Su vida personal como la de todos los miembros del clan
Grimaldi fue sobremanera agitada. La hermana del príncipe Rainiero III, llegó a
ser conocida en la Corte, durante su juventud, como una mujer intrigante y
ambiciosa, usurpadora potencial del trono de su hermano. Durante largos años
estuvo distanciada de su hermano, de la princesa Grace, por la que sentía
celos, y de sus sobrinos, aunque finalmente, y ya octogenaria, fue perdonada y
logró ser nuevamente aceptada en el seno familiar. Como sucede con la mayoría
de los miembros de la familia Grimaldi, una gran cantidad de rumores y chismes
rodearon su vida, y se ha llegado a saber ciertamente que muchos de esos
rumores (que la acusaban de conspiradora para hacerse con la corona) son
ciertos. No sería una exageración decir que la princesa Antonieta pudo haber
vivido una historia de proporciones telenovelescas.
Antonieta Luisa Alberta Susana vino al mundo en París el 28
de diciembre de 1920, descendiente de franceses, mexicanos, españoles,
alemanes, escoceses, ingleses, holandeses, italianos y monegascos, siendo la
primera hija de la princesa Carlota, la hija natural adoptada por el juerguista
Luis II, y el aprovechado Pierre de Polignac, francés de sangre española. La
sangre Grimaldi en sus venas era apenas una utopía, muy conveniente a los ojos
monegascos, debido a que el apellido se extinguió en el siglo XVIII, durante el
reinado de la princesa Luisa Hipólita, casada con Jacques de Goyón-Matignón, y
posteriormente se realizó el cambio de apellidos con el matrimonio de la
princesa Carlota con Pierre de Polignac, padres de Antonieta.
Terriblemente enemistados casi desde el mismo momento en que
nació Rainiero, en 1923, los padres utilizaron a sus hijos como moneda de
cambio, y es entonces cuando el abuelo Luis II decidió cortar por lo sano y
separar a los hermanitos, enviando a Rainiero a un internado británico, y más
tarde volvieron a la casa del abuelo en Suiza. Luis II era el que tomaba las
decisiones educativas con respecto a sus nietos, entre otras cosas porque el
padre no tuvo nunca ni voz ni voto en cuestiones familiares. La princesa
Carlota vivía ya en París y veía a sus hijos cuando se le antojaba. Y casi
nunca se le antojaba, porque veía imposible compaginar la vida hogareña con
bailes, viajes, cenas de sociedad y compras de joyas y vestidos. Se dice que
tanto Carlota como Pierre estuvieron siempre más atentos a los perros de
compañía o de caza, que afortunadamente no lloraban, ni reían, ni gritaban como
los hijos propios. Para los años ’50, la díscola y extravagante Carlota había
tenido ya varios amantes, entre ellos René Guirier, un ladrón de joyas.
La princesa creció en una posición extraña, primero con la
polémica sobre la sucesión y luego con su hermano tomando el centro del
escenario como el Príncipe Heredero, en 1944, durante la Segunda Guerra
Mundial. Fue también durante ese período que comenzó una fogosa relación con el
tenista monegasco Alexandre-Athenase Noghés con quien tuvo tres hijos.
En diciembre de 1951, Alexandre y la princesa se casaron en
una ceremonia civil en Génova. Tres hijos ilegítimos habían nacido de este
romance -Elisabeth-Anne (1947), Christian Louis (1949) y Christine Alix,
(1951-1989)-, pero el matrimonio sólo duró hasta 1954, tras lo cual se comenzó
a conocer públicamente el papel que durante años Antonieta había cumplido como
ambiciosa y entrometida en la Corte. Aburrida, celosa y convencida de que, por
ser la mayor, a ella le debía corresponder el trono, Antonieta se convirtió en
la más encarnizada enemiga de su hermano. Tanto, que cuando príncipe se fue a
vivir con su amante, la actriz Giséle Pascale, cerca de Mónaco, además de
pedirle el ingreso a palacio se dedicó a difundir, durante largo tiempo,
rumores maliciosos sobre la sexualidad de su hermano y de la presunta
esterilidad de la actriz. Esta condición convertía a Giséle en una mujer no
apta para casarse con un príncipe que necesita de la descendencia para que su
país continuara siendo independiente de Francia.
Antonieta no soportaba a Giséle y todavía no había logrado
aceptar la injusticia de haber sido relegada a un segundo plano, considerándose
mucho mejor capacitada que su hermano. Giséle, por su parte, no soportó la
presión de su viperina cuñada y el romance no duró más de seis años, y
Rainiero, ya con el cincuenta por ciento de las acciones del casino de Mónaco
vendidas a Onassis, con una quiebra técnica de la banca monegasca, la pérfida
hermana le acusó de pagar sobornos a empresas extranjeras para que invirtieran
en el principado. En este momento la princesa tenía un romance con Jean-Charles
Rey y se les acusó de planear un “golpe de palacio” para deponer a Rainiero III
y entronizar a Antonieta, sobre la base de que tenía un hijo y heredero que
podía mantener la independencia del principado.
El fracaso definitivo de Antonieta en todos sus intentos
“golpistas” llegó de la mano de la hermosa Grace Kelly, con quien su hermano se
casó en 1956 después de un breve noviazgo. La pareja tuvo tres hijos –Carolina,
Alberto y Estefanía– que aseguraron la preservación dinástica y alejaron del
trono a la caprichosa tía Antonieta. Teniendo en cuenta todo esto, el hecho de
que Rainiero tolerara siempre a su hermana fue un acto de gran cariño y
paciencia, aún cuando la prensa supo que Antonieta no se había dado por vencida
en los años ’60 y continuaba causando problemas a Rainiero y Grace. Finalmente,
todos supieron que Antonieta abandonó Mónaco, y que la causante de ese exilio
“voluntario” había sido la princesa Grace, en una medida tomada para poner
punto final a las controversias familiares que reinaban en La Roca desde hacía
año. Christian, el hijo de Antonieta, sin embargo, escribiría más tarde que la
princesa Grace siempre fue muy amable con él y siempre dispuso de tiempo para
él en el palacio, aún durante los muchos altibajos de su vida privada.
Jean-Charles Rey y Antonieta se casaron en 1961, pero nunca
tuvieron hijos y se divorciaron en 1974. Mantenerse lejos del Palacio fue
difícil para esta princesa que pasó de gozar de la reputación de intrigante y
ambiciosa a la de tía loca y excéntrica. La mayor parte del tiempo la pasó en
la costa francesa, rodeada de una gran colección de perros y gatos, y sus
sirvientes siempre rememoraron su extraño comportamiento para con los animales.
En 1983, a los 63 años, se casó con el bailarín inglés John
Gilpin, pero la aventura no duró mucho ya que el muchacho murió sólo seis
semanas después, y porque la leyenda dice que en el siglo XVI una gitana
violada por Rainiero I echó la maldición de que ningún matrimonio de su familia
sería feliz.
El paso del tiempo, el trato, las tristezas familiares
provocaron una lenta reconciliación de la princesa con Rainiero III y los
suyos, comenzando a participar discretamente en los eventos sociales y
oficiales más importantes de Mónaco.
La princesa, sus hijos y sus nietos fueron relegados de la
línea sucesoria al trono tras la reforma constitucional de 2002, pero no de
palacio, conservando siempre tuvo un sitio especial junto a la familia
principesca en las señaladas veladas oficiales de Mónaco. En 2005, anciana,
avejentada y ayudada por un bastón, asistió a los funerales de Rainiero,
perdiendo desde entonces, con la sucesión del su sobrino Alberto II, sus
derechos al trono. Ya nonagenaria, sufría de osteoporosis y posiblemente cáncer
de páncreas, pero igual se preparaba anímicamente para asistir al enlace de su
sobrino con Charlenne Wittstock, cuando le llegó la muerte el 18 de marzo de 2011.
DARÍO
SILVA-D'ANDREA