17 de mayo de 2011

Jorge V fue el último monarca inglés que visitó Irlanda, hace un siglo

El rey Jorge V de Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda -el abuelo de Isabel II- fue el último soberano que viajó a Irlanda, antes de que la isla quedara dividida en dos, en 1920.

Fue el mismo año de su coronación, en 1911, cuando fue recibido, junto a su esposa, la reina María, por multitudes desbordantes de entusiasmo.

Se hospedó en el Castillo de Dublin, por entonces sede del gobierno británico en Irlanda, y los monarcas visitaron Kingstown, la localidad ahora conocida como Dun Laoghaire. Su recibimiento, según las crónicas de la época, fue de un “esplendor sin precedentes”.

Multitudes de irlandeses se alinearon a lo largo de la ruta de siete millas desde la bahía de Dublin -donde desembarcaron los monarcas- hasta el centro de la ciudad. La visita fue vivida como una reconciliación histórica de los nacionalistas irlandeses con la Gran Bretaña imperial.

Antes que Jorge V, la reina Victoria (su abuela) visitó tres veces Irlanda. La primera visita fue en 1849, y la aprovechó para donar 2.000 libras esterlinas para ayudar a las víctimas de la hambruna. En 1861 plantó un árbol (una secuoya gigante) en los terrenos de Áras un Uachtaráin -actual residencia del presidente de Irlanda- como símbolo de la unión “imperecedera” de las Islas Británica.

La última visita de Victoria a Dublin demandó la construcción de un nuevo muelle portuario, adecuado para recibir el imponente Yate Real.

Lamentablemente las obras no fueron terminadas a tiempo, y la recepción resultó ser un desastre.

En pocos años, sin embargo, las distintas facciones sociales dentro de Irlanda, que temían perder su identidad, se lanzaron a una encarnizada rebelión armada que culminaría con la independencia del sur de Irlanda. Desde entonces, el monarca británico pasó ser “Rey de Irlanda del Norte”.

Jorge V fue agasajado por autoridades locales de un país unificado en 1801 bajo el nombre de Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda y las crónicas hablan de la alegría del público por la presencia del rey en las carreras de caballos de Phoenix Park. Prometió volver lo más pronto posible, tal fue la simpatía con la que le había tratado «nuestro pueblo irlandés».

Pero el Partido Socialista, de James Connolly, distribuyó un panfleto antes de la llegada del monarca en el que se leía: «Asesinato, traición, adulterio, incesto, robo, perjurio... Todos los crímenes conocidos fueron cometidos por uno u otro de la raza de monarcas de los que el rey Jorge se siente orgulloso de descender. No le culparemos de los crímenes de sus ancestros si renuncia a los derechos reales de ellos. Pero, mientras reclame sus derechos por virtud de la descendencia, también, por virtud de la descendencia, debe acarrear la responsabilidad de sus crímenes».

Cinco años después, Connolly fue uno de los rebeldes que tomaron la estafeta central de correos y el edificio de los tribunales en Dublín cuando miles de irlandeses y más británicos estaban en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial. Aquel levantamiento sería el germen de insurrección que marcó la historia del siglo XX. 

Las relaciones anglo-irlandesas se deterioraron y las tensiones empeoraron por la represión del Ejército inglés durante las tres décadas de violencia entre republicanos y protestantes leales a la Corona británica en la provincia del norte.

Darío Silva D'Andrea

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