Matilde de Canosa era una mujer de armas tomar que defendió durante cuarenta años tanto su corona –desde el norte del Lazio hasta Lombardía- como los intereses de sucesivos papas en numerosas guerras contra el emperador alemán. Fue también la organizadora de la “humillación de Canosa”, donde el emperador Enrique IV esperó de rodillas durante tres días y tres noches a las puertas del castillo de Matilde para pedir perdón al Papa Gregorio VII en enero del 1077.
La marquesa, condesa y reina se convirtió ya en vida en un personaje de leyenda, cuyas glorias cantaría Dante Alighieri en la Divina Comedia y cuyo sepulcro –en una columna de la basílica- esculpió el mismísimo Bernini. Matilde, defensora de los papas, sostiene una tiara, la triple corona utilizada como símbolo de la triple autoridad hasta Juan Pablo II.
En la columna de al lado, el rostro de Cristina de Suecia, esculpido por Carlo Fontana, mira también hacia la última morada de Juan Pablo II. Se trata de un monumento, ya que la verdadera sepultura esta un piso mas abajo en las Grutas Vaticanas, al lado de la ocupada hasta hace unos días por Juan Pablo II, quien descansaba allí abajo también entre dos reinas, Cristina de Suecia y Carlota de Chipre.
Igual que Matilde, Cristina era una mujer cultísima, hablaba varios idiomas y tuvo una vida de aventuras. Fue proclamada reina a los seis años pero se convirtió secretamente al catolicismo, por lo que no podía reinar sobre un país luterano y decidió abdicar a los 23 años, en 1654, para pasar el resto de su vida en Roma, viviendo como una reina. En el centro del arco de la Piazza del Popolo, una vistosa decoración monumental de Bernini recuerda su entrada en Roma “feliz y fausta, en el año del Señor de 1655”. Cristina era una mujer de carácter muy fuerte, a la que le gustaba vestir como los hombres y montar libremente a caballo por las calles de Roma en lugar de utilizar la carroza que había puesto a su disposición el papa Alejandro VII. Protagonizó numerosas aventuras y se convirtió en un personaje mítico de la Ciudad Eterna.
La Capilla de San Sebastián, que los peregrinos han empezado a llamar la “Capilla de Juan Pablo II”, está situada entre la Piedad de Miguel Ángel y la Capilla del Santísimo Sacramento, custodiado en un sagrario monumental de Bernini, que imita el famoso “Tempietto” de Bramante en San Pietro in Montorio.
La escena del martirio de San Sebastián es una versión en mosaico, realizada en 1631, del óleo de Domenico Zampieri, mas conocido como “il Domenichino”. La postura del comandante imperial romano, acribillado por flechas, recuerda la famosa escultura de Laocoonte, pero el gesto de Sebastián es sereno. La imagen de violencia recuerda también el casi martirio de Juan Pablo II cuando estuvo a punto de morir bajo las balas de Ali Agca el 13 de mayo de 1981.