21 de mayo de 2011

La Familia Real de Bahrein se mantiene firme en medio de la crisis popular

Estados Unidos y Gran Bretaña urgen al rey Hamad de Bahrein tome las medidas precisas para acabar con la violencia contra los manifestantes. La dinastía Al-Jalifa se aferra al poder.


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La dinastía Al-Jalifa, reinante en Bahrein, se mantiene firme. Los revoltosos vientos del desierto tuvieron al gobierno bahreiní contra la espada y la pared durante los meses de febrero y marzo, pero ahora el rey Hamad y su familia disfrutan de una relativa calma mientras intentan negociar alternativas sólidas y seguras que aseguren el bienestar de los manifestantes y la perpetuidad de la monarquía.

Los últimos anuncios del gobierno de Bahrein dan a entender que el Gobierno, con el primer ministro -el príncipe Jalifa bin Salman- a la cabeza, está realizando “todos los esfuerzos para seguir impulsando el proyecto nacional hacia mayor democracia, reforma, modernización y desarrollo”.

El Gobierno asegura mantener “la puerta abierta al diálogo” con la oposición y que está haciendo todo lo posible para seguir avanzando hacia la democracia y la “modernización” del país pequeño país árabe.

En un comunicado en respuesta al discurso del jueves del presidente Barack Obama sobre Oriente Próximo, el gobierno del Rey Hamad dejó en claro que los principios que contenía dicho mensaje coinciden con la “estrategia democrática adoptada por Bahrein” bajo su liderazgo.

El mensaje agrega que el rey ha marcado “el camino correcto hacia la creación de una democracia constitucional en el país” y ha creado un proyecto que “incluye la participación comunitaria y el respeto y preservación de los Derechos Humanos”.

Esta semana, el príncipe heredero Salman bin Hamad viajó a Londres para mantener una reunión -duramente criticada por activistas pro Derechos Humanos- con el primer ministro británico, David Cameron. El mandatario inglés aprovechó la audiencia para solicitar al joven heredero del trono que promoviera “una política de reformas y no de represión”.

Según indicó la oficina de prensa del primer ministros inglés, Cameron manifestó ante el príncipe sus preocupaciones sobre la situación en Bahrein, e insistió en la importancia de que el gobierno de este país se dirija a una política de reformas y no de represión”.

Semanas atrás, el príncipe Salman fue invitado, también en Londres, a asistir al casamiento del príncipe Guillermo de Inglaterra, pero las críticas de la prensa británica y la opinión pública provocaron su ausencia: “Esperaba que el Reino de Bahrein tuviera una representación de alto perfil en ese encantador acontecimiento, como reflejo de la amistad que une a nuestros países, pero la situación imperante en Bahrein me impide asistir”, explicó Salman.

La oficina de prensa del príncipe Guillermo emitió un comunicado para responder a los reproches recibidos: “Nos atuvimos al antiguo protocolo de invitar a todas las testas coronadas del mundo y a la opinión del Foreign Office”. Pocos mostraron conformes con esta explicación.

Graham Smith, jefe del grupo antimonárquico “Republic”, manifestó que la lista de invitados parecía el “Who is who de los tiranos mundiales”: no sólo figuró la familia real de Bahrein -severamente criticada por la represión popular- sino también las de Arabia Saudita, Brunei, Qatar, Lesotho, Bhután, Kuwait, Omán y Swazilandia. “¿Qué ha sucedido con la presuntamente vigorosa conciencia social de Guillermo?”, preguntó al exigir que se las quitara de la lista.

Durante los meses de febrero y marzo, los alrededores de la Plaza de La Perla (en Manama, capital del país) quedaron repletos de grafitis y carteles contra la dinastía. “¡Muerte al Rey! ¡Muerte a Al-Jalifa!”, clamaban. En otro lado de la capital, los partidarios de la Corona se concentraban alrededor de la mezquita sunita de Al-Fatah a los gritos de “¡Viva Abu Salam!”, en referencia al rey Hamad.

Los que participan de las marchas, principalmente ciudadanos chiítas -que son el % 70 de la población-, pedían cambios políticos a sus gobernantes, que son sunníes. La mayoría pide, entre otras cosas, el cese del primer ministro, el príncipe Jalifa bin Salman -de 74 años, tío del rey- que lleva 40 años en el cargo.

Por último, el gobierno del rey Hamad fijó para el 1 de junio el levantamiento del estado de emergencia instaurado en marzo. En meses anteriores, las autoridades del reino reprimieron duramente, con el apoyo de tropas saudíes y de los Emiratos Árabes Unidos, las protestas para reclamar más democracia en la isla y que derivaron en la petición del fin de la monarquía. Varias decenas de personas murieron en la represión.

Darío Silva D'Andrea

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