La reina causó sorpresa al iniciar una investigación sobre los supuestos contactos nazis de su padre. Los lazos de la realeza con el nazismo.
La reina Silvia, esposa del rey Carlos XVI Gustavo de Suecia, se encuentra estos días en Brasil en busca de información sobre el pasado de su padre, Carl August Walter Sommerlath, y sus supuestos contactos con el partido Nacionalsocialista Obrero Alemán en sus años como rico industrial en Sudamérica.
Unos «contactos» de los que se habla desde hace más de tres décadas, pero que en los últimos tiempos han cobrado especial relevancia a raíz de la publicación de un nuevo libro que así lo sugiere.
Los supuestos contactos del señor Sommerlath con los nazis de Alemania fueron difundidos por primera vez por el diario de izquierdas sueco Arbetaren, que filtró en 2003 pruebas de que Sommerlath estuvo afiliado al NSDAP, el partido de Hitler, en 1934, y se apropió en 1939, en circunstancias confusas, de un negocio que perteneció a un rico empresario judío.
Desde entonces, los medios suecos realizaron investigaciones sobre el presunto pasado nazi del padre de la reina, causando molestias a la Casa Real. Carl Sommerlath, fallecido en 1990, emigró a Brasil en 1919 y allí se casó con la brasileña Alice de Toledo, madre de la reina.
El matrimonio volvió a Alemania en 1938 y tras la Segunda Guerra Mundial, en 1947 regresaron a Brasil. La reina nunca negó que su padre fuera miembro del partido Nacionalsocialista, pero siempre aseguró que tuvo que inscribirse para salvar su propia carrera. La propia reina, en defensa de su padre, admitió: “Era una maquinaria, ¿o no? No era políticamente activo o soldado (...) Si uno se oponía, se oponía a toda una maquinaria”, dijo entonces.
En el programa Kalla Fakta (“Hechos fríos”) del importante canal sueco TV4, se emitieron, en noviembre de 2010, dos reportajes donde se documentaba cómo el señor Sommerlath tuvo un papel muy activo entre las filas del partido nazi. Además, TV4 obtuvo de los archivos del Deutsche Bank prueba de la venta de una empresa judía a Sommerlath, en abril de 1939, cuando entraron en vigor en Alemania las leyes raciales.
Lo que demuestran esos documentos es que Sommerlath se benefició de las medidas contra los judíos para comprar a bajo precio una empresa y convertirla en rentable invirtiendo en material de guerra. Este tipo de operaciones se facilitaba a miembros del partido nazi políticamente activos y bien conectados.
Un hermano de la reina Silvia, que como el resto de su familia es de origen alemán, se apresuró a negar los hechos al diario sueco Expressen y añadió estar evaluando la posibilidad de presentar una demanda contra TV4. “Nada es verdad, son mentiras y calumnias, es muy ofensivo para nuestra familia”, dijo Ralf Sommerlath, quien señaló que su hermana está “muy enojada”.
La reina Silvia nunca negó la vinculación de su padre con el partido nazi, y la mismísima Corte emitió un documental en que se afirma que “la reina lamenta por supuesto que su padre fuera miembro del Partido Nacionalsocialista en 1934. La reina se enteró de su pertenencia cuando era adulta y nunca tuvo la posibilidad de discutir esto con su padre”.
El enojo de la soberana consorte proviene de la forma negativa en que fue presentado su padre en el documental, colocándoselo al mismo nivel que el oficial de la SS responsable de la muerte de judíos Adolf Eichmann, según reportó la agencia alemana DPA.
La Corte anunció que la reina desea ahora esclarecer “una serie de preguntas abiertas” sobre las actividades de su padre con ayuda de contactos en Alemania y Brasil, donde pasó parte de su infancia. Para ello también pedirá la ayuda profesional de historiadores.
“La reina tomó la iniciativa, junto a la familia Sommerlath, de recoger información concerniente a las actividades de su padre en Brasil y Alemania en las décadas del 30 y del 40”, se lee en un comunicado de la Corte Real de Estocolmo. En la nota se informa que la investigación está en curso y que todavía no se coordinó cuando ni cómo serán presentados los resultados.
ANTECEDENTES
Carlos Eduardo, duque de Sajonia-Coburgo y nieto de la reina Victoria de Inglaterra se afilió a todo movimiento de extrema derecha que fue apareciendo con el paso de los años, y tiempo más tarde se implicó en forma directa en la jerarquía del partido nazi, mostrándose en distintas ceremonias con la cruz esvástica en el brazo. Para Hitler, el duque fue una pieza clave dadas sus relaciones de sangre con la casa real británica y especialmente por su amistad con Eduardo VIII.
Tardó mucho en darse cuenta de su enorme error y del costo que él y su familia debieron pagar. En 1945, finalizada la guerra, era un hombre arruinado, aquejado por horribles enfermedades. Estuvo en un campo de prisioneros, donde hizo frente a durísimas condiciones de vida. La comida era escasa y se cuenta que los prisioneros añadían pasto para mejorar la sopa.
Liberado en 1946, fue clasificado en la categoría cuatro por el tribunal de desnazificación y multado con una enorme suma por su permanencia al partido nazi. Estaba muy enfermo para asistir al juicio y murió de cáncer en 1954.
El rey Eduardo VIII de Inglaterra, como tantos otros aristócratas británicos, quedó embelesado por el nazismo y el fascismo, movimientos que veían como la mejor protección frente al comunismo.
En el programa Kalla Fakta (“Hechos fríos”) del importante canal sueco TV4, se emitieron, en noviembre de 2010, dos reportajes donde se documentaba cómo el señor Sommerlath tuvo un papel muy activo entre las filas del partido nazi. Además, TV4 obtuvo de los archivos del Deutsche Bank prueba de la venta de una empresa judía a Sommerlath, en abril de 1939, cuando entraron en vigor en Alemania las leyes raciales.
Lo que demuestran esos documentos es que Sommerlath se benefició de las medidas contra los judíos para comprar a bajo precio una empresa y convertirla en rentable invirtiendo en material de guerra. Este tipo de operaciones se facilitaba a miembros del partido nazi políticamente activos y bien conectados.
Un hermano de la reina Silvia, que como el resto de su familia es de origen alemán, se apresuró a negar los hechos al diario sueco Expressen y añadió estar evaluando la posibilidad de presentar una demanda contra TV4. “Nada es verdad, son mentiras y calumnias, es muy ofensivo para nuestra familia”, dijo Ralf Sommerlath, quien señaló que su hermana está “muy enojada”.
La reina Silvia nunca negó la vinculación de su padre con el partido nazi, y la mismísima Corte emitió un documental en que se afirma que “la reina lamenta por supuesto que su padre fuera miembro del Partido Nacionalsocialista en 1934. La reina se enteró de su pertenencia cuando era adulta y nunca tuvo la posibilidad de discutir esto con su padre”.
El enojo de la soberana consorte proviene de la forma negativa en que fue presentado su padre en el documental, colocándoselo al mismo nivel que el oficial de la SS responsable de la muerte de judíos Adolf Eichmann, según reportó la agencia alemana DPA.
La Corte anunció que la reina desea ahora esclarecer “una serie de preguntas abiertas” sobre las actividades de su padre con ayuda de contactos en Alemania y Brasil, donde pasó parte de su infancia. Para ello también pedirá la ayuda profesional de historiadores.
“La reina tomó la iniciativa, junto a la familia Sommerlath, de recoger información concerniente a las actividades de su padre en Brasil y Alemania en las décadas del 30 y del 40”, se lee en un comunicado de la Corte Real de Estocolmo. En la nota se informa que la investigación está en curso y que todavía no se coordinó cuando ni cómo serán presentados los resultados.
ANTECEDENTES
Carlos Eduardo, duque de Sajonia-Coburgo y nieto de la reina Victoria de Inglaterra se afilió a todo movimiento de extrema derecha que fue apareciendo con el paso de los años, y tiempo más tarde se implicó en forma directa en la jerarquía del partido nazi, mostrándose en distintas ceremonias con la cruz esvástica en el brazo. Para Hitler, el duque fue una pieza clave dadas sus relaciones de sangre con la casa real británica y especialmente por su amistad con Eduardo VIII.
Tardó mucho en darse cuenta de su enorme error y del costo que él y su familia debieron pagar. En 1945, finalizada la guerra, era un hombre arruinado, aquejado por horribles enfermedades. Estuvo en un campo de prisioneros, donde hizo frente a durísimas condiciones de vida. La comida era escasa y se cuenta que los prisioneros añadían pasto para mejorar la sopa.
Liberado en 1946, fue clasificado en la categoría cuatro por el tribunal de desnazificación y multado con una enorme suma por su permanencia al partido nazi. Estaba muy enfermo para asistir al juicio y murió de cáncer en 1954.
El rey Eduardo VIII de Inglaterra, como tantos otros aristócratas británicos, quedó embelesado por el nazismo y el fascismo, movimientos que veían como la mejor protección frente al comunismo.
Abdicó al trono en 1936, para poder casarse con una mujer divorciada y vetada en la Corte de Inglaterra, Wallis Simpson, de la que la CIA sospechaba que era amante del entonces embajador nazi en Londres y luego ministro de Exteriores, Joachim von Ribbentrop.
Los Windsor pasaron la guerra como gobernadores de las Bahamas, desde donde siguieron conspirando con el nazismo. El Gobierno no desclasificó hasta 2003, tras morir la reina madre, los papeles secretos que revelaban que Hitler pensaba reinstaurar al duque en el trono cuando ganara la guerra.
Según el diario alemán Bild Zeitungd, el príncipe Ernesto Augusto de Hannover (abuelo de la actual reina de España, y yerno del último káiser de Alemania) obtuvo jugosos beneficios económicos del saqueo al que fueron sometidos los negocios de los judíos en los años ’30 en Alemania. Bild aseguró que el príncipe solicitó el ingreso en el Partido Nazi en 1941 y que su hijo mayor entró en las “SS” –el cuerpo élite de Hitler—en 1933 y permaneció en sus filas durante todo un año.
Las pruebas contra la familia insisten en que se beneficiaron de la expropiación de bienes de judíos en Alemania y en Austria. Se apropiaron, por ejemplo, de un gran número de acciones de un banco judío de Múnich. Uno de los propietarios fue enviado al campo de concentración de Dachau y otro se suicidó.
Los Windsor pasaron la guerra como gobernadores de las Bahamas, desde donde siguieron conspirando con el nazismo. El Gobierno no desclasificó hasta 2003, tras morir la reina madre, los papeles secretos que revelaban que Hitler pensaba reinstaurar al duque en el trono cuando ganara la guerra.
Según el diario alemán Bild Zeitungd, el príncipe Ernesto Augusto de Hannover (abuelo de la actual reina de España, y yerno del último káiser de Alemania) obtuvo jugosos beneficios económicos del saqueo al que fueron sometidos los negocios de los judíos en los años ’30 en Alemania. Bild aseguró que el príncipe solicitó el ingreso en el Partido Nazi en 1941 y que su hijo mayor entró en las “SS” –el cuerpo élite de Hitler—en 1933 y permaneció en sus filas durante todo un año.
Las pruebas contra la familia insisten en que se beneficiaron de la expropiación de bienes de judíos en Alemania y en Austria. Se apropiaron, por ejemplo, de un gran número de acciones de un banco judío de Múnich. Uno de los propietarios fue enviado al campo de concentración de Dachau y otro se suicidó.
Está bien documentado además que la princesa Sofía de Grecia (cuñada de la reina Isabel II de Inglaterra) estuvo casada con Christopher de Hesse-Cassel, coronel SS, y llamó a su hijo mayor Adolfo, en honor a Hitler.
Las cuatro hermanas del consorte británico se casaron con nazis de algo rango, y sus antecedentes de simpatía hacia los nazis eran tales que a la boda de Isabel y Felipe, en 1947, no se las invitó.
En 1985 se supo el barón Gunther von Reibnitz, yerno del príncipe Michael de Kent (primo de la reina Isabel) fue miembro del partido nazi hasta ser expulsado en 1944.
Darío Silva D'Andrea