4 de mayo de 2011

El "Caso Hofmans": Las historias más turbias de la Familia Real Holandesa (I)

Nada ha hecho tambalear tanto a la monarquía holandesa como el denominado "Caso Hofmans". Cuando la desesperación de una madre y su pasión por el misticismo casi la llevan a perderlo todo.

Todo comenzó cuando en 1956 el príncipe Bernardo, esposo de la reina Juliana, cito a palacio a la curandera Greet Hofmans. Bernardo no confiaba en que esta mujer esquelética, de aspecto campesino, llegara a curar completamente la vista a su cuarta hija, Marijke, pero por cierto esperaba que ella ejerciera una influencia tranquilizante sobre las legítimas inquietudes de Juliana.

Para sorpresa de todos, Hofmans, que a los cincuenta y cuatro años se expresaba con dificultad y no habría leído más que media docena de libros, pronto empezó a controlar casi completamente la personalidad de la reina, hasta que fue acusada de cumplir un papel similar al de Rasputín, no sólo en la Corte sino también en la política holandesa.

La prensa internacional empezó a difundir noticias y rumores, de forma poco elegante, sobre los conflictos internos del Palacio de Stoestdijk. Juliana siempre se sintió atraída por la astrología y el ocultismo. La prensa holandesa, que abordó el tema con más delicadeza, constató rápidamente que a todos esos extraños intereses Juliana sumaba un terrible sentimiento de culpa, ya que la ceguera de Marijke se debía a la rubeola que ella había contraído durante el embarazo.

Greet Hofmans organizaba sesiones en las que se oraba alrededor de la camita de la niña (quien llegó a ver de forma temporal), confesaba a la reina y le daba dudosas clases de teología, a la par que explicaba a quien quisiera escucharla que las verdaderas relaciones de este mundo se debían efectuar en "un plano vertical", es decir entre los hombres y Dios. Las relaciones "horizontales" carecían de todo valor.

Después que Bernardo se armó de valor para expulsarla de la residencia real, Hofmans se refugió en Het Oude Looe, en el castillo de la reina madre Guillermina, y continuó dictando sus misteriosas clases todos los días. Ahora tenía dos devotas seguidoras: Juliana y su madre Guillermina.

Ambas mujeres arrastraban a sus más notables visitantes a que escucharan las prédicas de Greet, y hasta Eleonor Roosevelt -a quien se le impuso tal peregrinaje- la escuchó asegurar que la enfermedad no existía y que "el cáncer es un indicio de los desórdenes morales de este mundo, debidos al militarismo y a la guerra". "Es por eso que no puedo curar el cáncer", explicaba Hofmans. "Hasta que la guerra no sea eliminada".

Entre los seguidores de Greet Hofmans se hallaba el descendiente de una de la familias holandesas más destacadas, el barón van Heeckeren van Molecatan, quien en la guerra en que se enfrentaban Bernardo y Juliana aportaba a la causa de la curandera todo su talento de sutil diplomático. Porque Bernardo, secundado por su hija mayor -la princesa Beatriz- tenía la impresión de que la reina perdía contacto con la realidad  y que pronto no sería capaz de asumir las responsabilidades que implicaba la Corona.

Beatriz se había quedado particularmente horrorizada al enterarse de que quienes participaban en las sesiones espiritistas de Hofmans en Het Oude Looe no se conformaban con rezar, sino que entablaban diálogos directos con extraterrestres, quienes a su vez los honraban con sus visitas.

Beatriz y Bernardo se volvieron firmes partidarios de la abdicación de Juliana. Varios historiadores trataron de analizar durante años, y hasta el día de hoy, las verdaderas motivaciones de esta ofensiva dirigida por el príncipe consorte y la princesa heredera de Juliana. ¿Acaso creían realmente que la reina era incapaz de asumir sus responsabilidades? ¿De verdad el príncipe Bernardo pretendía cumplir al lado de su hija el papel que no desempeñaba al lado de su esposa? ¿O bien ocurría que Beatriz -impaciente desde los 18 años por subir al trono- quería apropiárselo lo antes posible?. Días sombríos en el palacio real y escenas interminables en las cuales el esposo y la hija mayor acosaban a la esposa y madre: Juliana debía abdicar, y así podría dedicarse por entero al ejercicio de sus místicas actividades. (Continuará)

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