19 de junio de 2011

Grace Kelly, la princesa de Mónaco que nunca fue una Cenicienta

A diez días del casamiento de Alberto II, persiste en Mónaco el recuerdo de Grace Kelly, la princesa que, llegada de Hollywood, puso definitivamente en el mapa al Principado.


Charlene Wittstock será la nueva princesa consorte de Mónaco, y aunque es una plebeya como lo fue su antecesora, la princesa Grace, en realidad fue la rutilante estrella de Hollywood quien le devolvió el glamour y hasta la bonanza económica al reino de la familia Grimaldi. Charlene ocupará el sitio de una mujer que nunca fue una Cenicienta.

“Grace Kelly ya era una princesa mucho antes de serlo por legitimidad, era una dama de gran clase que no necesitó de un Pigmalión”, escribió en su biografía autorizada, Donald Spoto, amigo de la actriz, que publicó el libro High Society: The Life of Grace Kelly, 25 años después de su muerte.

Pero el reto de Kelly no fue adaptarse al protocolo o llevar una vida tranquila; cuando pisó Mónaco, supo que había mucho trabajo que hacer, desde cambiar la insípida decoración del palacio hasta hacer resurgir al principado.

“Los Grimaldi estaban en la ruina antes que ella llegara”, dice el periodista Peter Kurth, experto en realeza de la revista Cosmopolitan EUA, “Grace puso a Mónaco en el mapa; nadie los conocía más que por la película que ella hizo en Montecarlo ¡Se lo deben todo!”

Rainiero recibió una dote de 2 millones de dólares de parte de los padres de Grace antes de la boda, y ya como princesa, consiguió patrocinios, inversiones y apoyos de sus poderosas amistades en Hollywood, coinciden los periodistas especializados en realeza.

“Era la tesorera de los Grimaldi”, sostiene James Spada, autor de la biografía no autorizada de la princesa, Grace: The Secret Lives of a Princess, en el que expone, entre otras cosas tanto positivas como negativas sobre la reputación de Grace, “a la plebeya que los hizo ricos”.

Estrellas de cine como Frank Sinatra y Cary Grant iban al Baile de la Rosa o al Baile de la Cruz Roja; la socialité estadounidense, Lynn Wyatt, fue la principal benefactora de la Fundación Grace Kelly, y para mediados de los 60, además de ser un territorio libre de impuestos, Mónaco era ya un consolidado atractivo turístico y paraíso de lujo para jet setters y magnates mundiales.

Grace también aprovechó su imán para llamar la atención sobre sus obras benéficas, “mucho antes de Diana de Gales; ella fue la primera soberana en dedicarse al altruismo y a poner una oficina de prensa y relaciones públicas en un palacio”, escribió la periodista María Eugenia Yagüé, autora de Los Grimaldi. Aquellos días boyantes del principado aún se conocen entre los dedicados a observar a la realeza como “Los grandes años de Grace”.


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