15 de diciembre de 2011

La realeza, en el banquillo de los acusados


Urdangarín se suma a una larga lista de príncipes con "negocios turbios".





La investigación a la que está siendo sometido Iñaki Urdangarin, yerno del rey don Juan Carlos de España, por sus actividades empresariales, que propició un intenso debate en su país en lo referido a el prestigio de la Corona y su relación con los negocios privados. Pero, así como el esposo de la infanta Cristina, otros miembros de varias casas reales europeas tuvieron que afrontar anteriormente complicadas situaciones con trasfondo económico.

Bernardo de Holanda

En 1976, el príncipe consorte Bernardo de Holanda, esposo de la reina Juliana y padre de la actual soberana holandesa, Beatriz, se dirigió por carta a «Lockheed Corporation» para reclamar una comisión de un millón de dólares por haber ejercido como “intermediario impropio”.

Bernardo exigía tan sustanciosa contrapartida por haber conseguido para la empresa aeronáutica estadounidense la venta a la Real Fuerza Aérea holandesa de 12 cazabombarderos F-104.

El asunto acabó saliendo a la luz. Lockheed terminó por reconocer que había pagado el soborno, pero el príncipe Bernardo rechazó ofrecer explicaciones al respecto. "Estoy por encima de esas cosas", fue su respuesta a la investigación ordenada por el primer ministro Joop den Uyl.

Pese a que realizó un informe de lo sucedido, el gobierno holandés no inició un proceso judicial contra Bernardo, ya que la reina Juliana amenazó con abdicar si su marido era conducido a los tribunales.

Finalmente, el príncipe tuvo que renunciar a su posición como Inspector General de las Fuerzas Armadas de los Países Bajos y aceptó no volver a vestir su uniforme, excepción hecha del funeral de Lord Mountbatten de Burma en la conmemoración del “Día D”, y de su propio entierro.

En una entrevista publicada tras su fallecimiento, calificó de "vergonzoso error" aquel 'affaire' y declaró: "He aceptado que la palabra Lockheed sea escrita sobre mi tumba".

Sophie, condesa de Wessex

A partir de su matrimonio, en 1999, con el príncipe Eduardo de Inglaterra, Sophie Rhys-Jones ejerce como miembro de la familia real, presidiendo actos oficiales y ostentando el patronazgo de asociaciones benéficas; actividades que compaginaba con su actividad empresarial hasta que tuvo que abandonar esta última.

En abril de 2001 el tabloide británico «News of the World» publicó unas conversaciones que la condesa había mantenido con un periodista disfrazado de jeque árabe en la que vertió críticas sobre algunos miembros del ejecutivo británico (el matrimonio Blair), e hizo algunos comentarios sobre ciertos miembros de la familia real.

En declaraciones que resultaron más escandalosas aún, Steven Harkin (director ejecutivo de la compañía de Relaciones Públicas de Sophie), reconoció que “alguna que otra vez” disfrutó de la cocaína, se mostró dispuesto a organizar viajes de turismo sexual o fiestas gay. Harkin, homosexual declarado, sembró además dudas sobre las inclinaciones sexuales del príncipe Eduardo.

Los diarios británicos exigieron de forma unánime que la nuera de Isabel II abandonara su cargo para acabar con las acusaciones que indicaban que podía estar usando su estatus paraatraer clientes a su empresa.

En pleno escándalo, el secretario de Asuntos del Consumidor, Kim Howells, afirmó en 'The Daily Telegraph' que la familia real estaba "un poco loca" y pidió restringir el presupuesto público con el que se sufragaban sus actividades.
Con varios miembros de la familia real británica acusados de servirse de su pedigrí y sus conexiones para impulsar negocios particulares, el Palacio de Buckingham promulgó un código desde el que regular la conducta de los 'royals' asalariados. 

Hasta ese momento, desoyendo las muchas voces -incluidas las del príncipe Carlos y la princesa Ana- que pedían que se declarase incompatible pertenecer a la familia real y a la vez estar en nómina de una empresa, la Corona permitía a sus ilustres representantes redondear sus ingresos trabajando.

Marta Luisa de Noruega

En Noruega, la princesa Marta Luisa, hija de Harald V, fue criticada en 2002 por utilizar el título para promocionar sus giras con el Coro de Gospel de Oslo. Asimismo, se le afeó el que ganara dinero -no recibía cantidad alguna de la Casa Real- apareciendo en televisión leyendo cuentos a los niños.

La princesa, que es propietaria legal de la empresa unipersonal Distribución Cultural de la Princesa Marta Luisa, también cerró un trato con el canal de televisión TV2 para realizar seis programas sobre su gran pasión: los caballos. Por todo ello, hubo quien la rebautizó coloquialmente como 'Princesa Damemás'.

"Sería inteligente que no se mezclaran este tipo de negocios con los temas reales", declaró el ex primer ministro noruego Kare Willoch al diario 'Dagbladet'. "Está bien que se mantenga con el dinero que gane y que expanda la cultura con las cosas que realiza, pero un título real no debería estar unido al nombre de una empresa. Lo mejor sería que cambiase el nombre de su empresa. Ni ese negocio tiene que ver con la monarquía, ni ésta tiene que ver con los negocios".

Laurent de Bélgica

El hijo menor del rey Alberto II de los Belgas desafió las instrucciones expresas del Gobierno y de su padre e hizo un viaje sin autorización al Congo, una ex colonia belga que mantiene delicadas relaciones políticas con Bélgica, en marzo de este año.

Laurent, de 47 años y apodado “el Africano”, se reunió con el presidente congoleño, Joseph Kabila, asegurando que se trataba de una visita privada para promover causas medioambientales.

Pero el escándalo alcanzó mayores proporciones cuando se supo que fue el propio Kabila quien financió la estancia de Laurent y de su séquito en un lujoso hotel de Kinshasa y también pagó su viaje entre París y la capital del Congo.

En medio de la tormenta de indignación política y periodística generada por lo que la prensa dio en llamar “una aventura rocambolesca”, el príncipe también intentó ampliar su actividad al conflicto de Libia, al tratar de generar lazos con un diplomático que se había sumado a la oposición de Muammar Kadafi. El diario «La Libre Belgique» reveló que el príncipe “intentó apoyar a los rebeldes libios” en contra del embajador fiel al dictador.

La polémica llegó al Parlamento, donde la Cámara Baja amenazó al polémico príncipe con quitarle su sueldo mensual de 26.000 euros si no informa de sus viajes al Gobierno y se abstiene "de toda acción susceptible de levantar controversia”. 

Atento a su “comportamiento y actividades inaceptables”, el Gobierno comenzó a redactar una serie de reglas muy claras para definir el comportamiento de los príncipes, una especie de “Código Real” de conducta que establecerá qué puede hacer y qué no un miembro de la realeza belga. Y que, por supuesto, incluya sanciones en caso de incumplimiento.

“Estas es una situación seria”, dijo Leterme en el Parlamento. “El comportamiento del príncipe ha sido arriesgado y estúpido”. “Las payasadas de Laurent no pueden costarle dinero al contribuyente”, aseguraba Theo Francken, el diputado nacionalista presentó al Parlamento la propuesta para reducir drásticamente el presupuesto del Estado destinado a la Familia Real.

Andrés de Inglaterra

A mediados de este año, el príncipe Andrés, duque de York y tercer hijo de la reina Isabel II renunció a su puesto de embajador comercial del Reino Unido en el mundo, su principal labor oficial. ¿El motivo? Se encontraba bajo presión luego de que se publicara que mantenía relación con figuras controvertidas, como el millonario estadounidense Jeffrey Epstein, pedófilo convicto. 

También se supo que Andrés había agasajado en el palacio de Buckingham al yerno del expresidente tunecino Ben Alí y que se había reunido con el coronel Muamar el Gadafi durante una visita privada a Túnez en el 2008.

Lo más escandaloso del caso fue, sobre todo, la relación del príncipe con Epstein, quien fuera condenado a 18 meses de cárcel por abuso sexual a adolescentes. Al parecer, recibió al príncipe como huésped en su casa de Florida, y a pedido de éste, le dio 15.000 libras esterlinas (US$ 24.300) al ex asistente personal de Sarah Ferguson (exesposa de Andrés) como parte de la deuda de 78.000 libras que la duquesa tiene con él, y discutió los 5 millones de libras esterlinas de deuda de su ex mujer.

Meses antes de su renuncia al puesto (que ostentaba desde 2011) Andrés había recibido el apoyo verbal del primer ministro, David Cameron, y del ministro de Economía, George Osborne, para mantenerse en el cargo. Sin embargo, aumentaron las peticiones de diputados para que lo dejara ante el riesgo de que perjudicara la reputación del Reino Unido, debido a su documentada grosería y tendencia al despilfarro.

En una de sus peores semanas en el cargo, el presionado canciller William Hague defendió públicamente al hijo de la reina y dijo que había hecho “muchas cosas buenas” en su misión, que costó a los contribuyentes británicos 15 millones de libras en una década. Sólo la custodia costó 10 millones de libras en sus 10 años de función.

El año pasado, el duque gastó 620.000 libras como enviado de negocios británico y en Davos nada menos que 19.000 libras esterlinas en tres días. Por su pasión por los helicópteros y viajes en aviones alquilados se ganó el sobrenombre de Air Mail Andy (Correo Aéreo Andy) entre los tabloides.

Por ese mismo tiempo, el exembajador británico en Qatar y Túnez, Stephen Day, escribió al ministro de Exteriores, William Hague, diciéndole que “hay que buscarle urgentemente otro papel” al príncipe.


Darío Silva D'Andrea
Fuentes: El Mundo, El País, Perfil.com, Clarín, La Nación




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