26 de enero de 2012

Con flores y papas, Alemania recuerda al rey prusiano Federico II el Grande


La figura de Federico II el Grande representa, como pocas, las contradicciones y tensiones de la historia de Alemania lo que explica que este país conmemorara el tercer centenario de su nacimiento entre la devoción y la mirada crítica.





Alemania inició una maratón de actos en recuerdo del rey prusiano Federico el Grande, una de las figuras más polémicas y decisivas de su historia, el día en que se cumplen 300 años de su nacimiento.

Admiradores del monarca depositaron flores y coronas en su tumba junto al célebre castillo Sanssouci de Potsdam. También las infaltables patatas en su honor: se lo considera el responsable de introducir el tubérculo en Alemania.

Federico nació el 24 de enero de 1712 en Berlín. Durante un largo reinado de 40 años hasta su muerte en 1786 impulsó diversas reformas progresistas, como la abolición de la tortura, protegió las artes y cultivó la amistad de filósofos como Voltaire.

Al mismo tiempo, aprovechó un excepcional talento militar para librar una serie de guerras expansivas que convirtieron Prusia en potencia europea a costa de miles de vidas y sentaron las bases del posterior Estado alemán.

En el acto central de conmemoración en Berlín, el presidente Christian Wulff alertó sobre esa doble cara del popular rey y pidió evitar su "mitificación".

Federico no se detenía ante nada "cuando se trataba de lograr victorias supuestamente llenas de gloria", señaló el mandatario. "Hoy sentimos y actuamos de un modo diferente. El centro de atención no es el Estado y su expansión, sino el individuo y su bienestar".

El tricentenario del "rey artista" se recordará en Alemania con un denso programa de exposiciones, conferencias y conciertos en su honor, incluyendo una ambiciosa muestra en Potsdam para la que se esperan 200,000 visitantes.


Un rey como los de antes

La figura de Federico II el Grande representa, como pocas, las contradicciones y tensiones de la historia de Alemania lo que explica que este país conmemore el próximo martes el tercer centenario de su nacimiento con una actitud que oscila entre la devoción y la mirada crítica.

Hay una leyenda negra, que lo presenta como un representante del expansionismo prusiano y un antecesor de Hitler, frente a otra dorada, que lo ensalza como un símbolo de la Ilustración, como un intelectual y un artista que, pese a él, terminó siendo una figura histórica.

Federico II el Grande (1712- 1786) abolió la tortura, recuerdan sus partidarios. Sus enemigos, entonces, apuntan que desató tres guerras que fueron las que terminaron convirtiendo a Prusia en una potencia europea.

Sus admiradores recuerdan su pasión por la filosofía y su amistad con Voltaire, mientras que sus detractores dicen que esa relación terminó con el filósofo francés huyendo de Prusia ante la ira del monarca.

El conflicto con su padre, Federico Guillermo I, anticipa para otros muchos conflictos generacionales. De un lado, el viejo rey, que cree en la disciplina militar y en la vida austera y, de otro, el joven heredero, interesado en las artes y en la filosofía.

Ese conflicto tiene uno de sus puntos álgidos en el intento de fuga a Francia que protagonizó en 1730 Federico para dejar atrás la educación tiránica de su padre y sus obligaciones de heredero, y poder llevar una vida de artista -había aprendido a tocar la flauta dos años antes- y de filósofo.

Como castigo, el rey ordenó decapitar ante los ojos de Federico a su amigo el teniente Hans Hermann von Katte, por estar implicado en los planes de fuga, y encerró a su hijo durante un año en una fortaleza y le despojó temporalmente de su título de príncipe.

El intento de fuga fue al parecer el último intento de rebelión, al menos en vida del padre.

En 1733 se casó con Isabel de Braunschweig-Wolfbuttel, por orden del padre y entre amigos repetía con frecuencia que la repudiaría en el momento en que se convirtiese en un hombre libre.

Muchos biógrafos sostienen que el matrimonio, que no tuvo hijos, nunca fue consumado, lo que tiende a fortalecer la teoría sobre su posible homosexualidad, lo cual no ha sido documentada aún.

A partir de 1736 Federico se prepara para asumir el reino de Prusia y, paralelamente, escribe y cultiva la filosofía y la música.

En 1740, tras la muerte del padre, Federico el Grande sube al trono. Un año antes había escrito "El Anti-Maquiavelo" (1739), un ensayo prologado por Voltaire sobre lo que se ha llamado el Despotismo Ilustrado.

Ya en el primer año de su mandato, Federico muestra sus dos caras. Por un lado, toma medidas progresistas, como la abolición de la tortura y la reducción de los castigos físicos en el ejército, pero, por otro, emprende su primera aventura militar marchando sobre Silesia, territorio que anexará a Prusia en 1745 tras dos guerras.

Al regreso de la guerra, que costó la vida a millones de personas, Federico II se lanzó a llorar sobre el cadáver de uno de sus perros, Alcmene, que había muerto en su ausencia.

La tercera de las contiendas fue la llamada Guerra de los Siete años, entre 1756 y 1763. Prusia perdió una séptima parte de su población pero se convirtió en una potencia europea.

En esa época, ordenó la construcción de un nuevo palacio, el Neues Palais, que era, ante todo, un edificio de representación y que usaba unas semanas en verano para recibir huéspedes, a diferencia de Sans Souci que era un refugio personal del monarca.

Entre las obras de arte que había en el Neues Palais destacaba un grupo de esculturas llamado "Aquiles entre las hijas de Nicomedes" que muestra, según la interpretación dada en el siglo XVIII, al personaje homérico escondido entre unas princesas, tratando de escapar a su destino heroico.

La escultura representaba, según algunos historiadores, el propio destino del monarca que había querido ser un artista y terminó siendo un héroe muy a pesar suyo.

Su última voluntad, la de ser enterrado junto a sus perros en el parque de Sans Souci, se cumplió 1991, tras la reunificación de Alemania.


Películas y exposiciones

El tercer centenario del nacimiento del rey Federico II el Grande también ha dado lugar en Alemania a nuevas publicaciones y exposiciones sobre una de las figuras más legendarias de la historia alemana.

"El falso Federico. Federico el Grande en el cine", "Federico el Grande y el cultivo de la patata en Prusia" y "Huellas de Federico" son algunos de los títulos de las exposiciones que se han organizado a propósito del tricentenario de su natalicio.

La exposición sobre el tratamiento de la figura de Federico el Grande (1712- 1786) en el cine se inaugura mañana en el Filmmuseum de Potsdam, cerca de Berlín, y aborda cómo fue llevada a la gran pantalla la contradictoria figura del monarca absolutista, que suele asociarse tanto con la Ilustración como con la barbarie.

"Federico el Grande suele reaparecer cada tanto en la pantalla y suele hacerlo justamente en épocas en las que a Alemania le va mal", aseguró uno de los comisarios de la exposición, Markus Becker, en un encuentro con la prensa extranjera.

En la época de la República de Weimar (1914-1933) -marcada por la derrota en la I Guerra Mundial y por los problemas económicos- la figura de Federico II el Grande servía para evocar los anhelos de mejoras de gran parte de la población.

Después de 1933, con la llegada de los nazis al poder, su figura fue instrumentalizada en el cine y en los discursos políticos.

En la exposición del Filmmuseum hay un panel en el que aparecen superpuestas las figuras de Federico el Grande, Otto von Bismark, que creó el Imperio Alemán en 1881, y de Adolf Hitler.

Los nazis trataron de trazar una línea de continuidad entre las tres figuras y después de la II Guerra Mundial parte de la izquierda y de las fuerzas democráticas también asumieron esa identificación.

El nombre de Prusia, que se identificaba con Bismark y Federico el Grande, quedó borrado de los mapas.

En el cine, desde 1942 la figura de Federico el Grande ha aparecido raras veces, y sólo ahora se ha rescatado con una producción para televisión realizada a propósito del tricentenario.

Actualmente el personaje está siendo analizado desde nuevos prismas: a la faceta del rey guerrero -apoyado en las dos guerras de Silesia y en la Guerra de los Siete Años, que convirtieron a Prusia en una potencia europea- se suma la del rey ilustrado, interesado en las artes y la ciencia y promotor de la industria y la tolerancia.

Además, a título anecdótico, se recuerda que fomentó el cultivo de la patata en Prusia para combatir las hambrunas.

El denominador común de las exposiciones y publicaciones surgidas por el tercer centenario de su nacimiento es el de cuestionar las dos facetas y mostrarle como un personaje histórico contradictorio.

"No hay ninguna razón para glorificar al rey, pero sí muchas para ocuparse de él", ha escrito Jens Bisky, autor de "Unser König" ("Nuestro rey"), uno de los libros publicados recientemente.

Jürgen Luh, por su parte, se dedica en "Der Grosse. Friedrich II von Preussen) ("El Grande. Federico II de Prusia") presenta un rey dedicado ante todo a cultivar su propia leyenda.

Ese empeño dejó naturalmente rastro como se ve en la exposición "Huellas de Federico", una muestra de fotografías de Jürgen Hochmuth colocada en la estación de Potsdam, que recoge el legado dejado por el rey en el estado de Brandeburgo, circundante a Berlín, que va desde palacios como el emblemático Sansouci o el Neues Palais hasta pequeñas iglesias de diversas confesiones.

Pero la exposición principal, que se realizará en el Neues Palais de Potsdam, se inaugurará en marzo debido a que el edificio carece de calefacción.

EL Neues Palais es considerado como el testamento arquitectónico de Federico el Grande, quien quería que quedase reflejada en él la grandeza que había alcanzado Prusia durante su reinado. EFE




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