11 de enero de 2012

Qué sienten y qué piensan los daneses sobre Margarita II y sus 40 años de reinado

DINAMARCA | INFORME ESPECIAL
Artística, inteligente, idealista, cumple 40 años de reinado. 





Margarita II de Dinamarca cumplirá el próximo 14 de enero un total de 40 años en el trono danés. En las encuestas locales, la soberana gana muchos puntos por su elegancia, su inteligencia, su expresión intelectual y artística y su habilidad para hablarle a la gente con su cautivante discurso, y según las encuestas los daneses creen “inconcebible” que la monarquía vaya a desaparecer durante su reinado.


Desde un punto de vista europeo, Dinamarca cuenta con muchos partidos políticos, en este momento diez. Pero resulta llamativo que durante los 40 años que lleva la reina en su cargo nunca se haya detectado la más mínima intención de formación de un partido que favoreciera la creación de una República.

Incluso los ciudadanos que por cuestión de principios preferirían una transición hacia una República dicen: “Sí, pero no durante el reinado de esta reina”.

Según una encuesta del diario «Politiken», el 80 % de sus súbditos tiene en gran estima a la Casa Real y tan sólo un 16 % desearía reemplazar la monarquía más antigua de Europa por una república.

Ni siquiera para ahorrarse los 75,5 millones de coronas (unos 13,5 millones de euros) libres de impuestos que recibe la Reina Margarita y su familia del erario público cada año.

“Es necesario ese presupuesto”, asegura una joven estudiante de Comunicación. “La Familia Real realiza una labor importante para nuestro país y debe vivir como corresponde a su rango”.

Según otra encuesta, realizada por la Universidad de Copenhague, ocho de cada diez ciudadanos son favorables a la monarquía: “Es mucho más que entre las otras monarquías europeas”, dice el historiador Lars Hovbakke Soerensen, propulsor de la encuesta, para quien “la mayor parte de ellas recibiría alrededor de 60% o 64% de opiniones positivas”.

Sólo el 12 % de los mil encuestados en el sondeo realizado a mediados de diciembre por la consultora Voxmeter manifestó su deseo de que la monarquía sea abolida y 6% se mostró indeciso.

Los analistas creen que la boda del príncipe heredero Federico con una australiana ayudó a aumentar el apoyo de la Casa Real danesa, ya que la princesa Mary tiene “habilidades sociales y muchos consideran un placer verla como futura reina”, indicó el experto Sebastian Olden-Jorgensen, de la Universidad de Copenhague.

Margarita II es la 54º monarca danesa. En sus setenta años de vida, la reina vivió una época en que Dinamarca pasó de vivir una falta de libertad política (durante la ocupación nazi entre 1940 y 1945) a convertirse en un definido perfil internacional bajo el emblema de la democracia y de los Derechos Humanos.

Hacia adentro el estándar de vida de la población ha sido elevado desde un nivel medio hasta llegar a gozar de un estatus de bienestar que ha tentado a otros países a imitarla.

Nació el 16 de abril de 1940 y su llegada al mundo fue descrita como "un rayo de luz en la oscuridad", ya que hacía apenas seis días los ejércitos nazis habían logrado dominar por completo a Dinamarca.



Apenas nombrada reina, el 14 de enero de hace cuarenta años, la reina eligió el lema “La ayuda de Dios. El amor del pueblo. La fuerza de Dinamarca”, palabras que el pueblo danés complacientemente ha contribuido a darles sentido.

La reina se ganó el respeto y hasta el amor de todo el pueblo danés. Lo mismo logró, aunque de manera más medida, su abuelo el rey Christian X (1870-1947), entre otras cosas por la actitud desafiante y patriótica que adoptó durante la ocupación alemana, y asimismo por su padre, el rey Federico IX, quien era admirado por su robusta imagen de marino y la adoración que sentía por la música.

“El trabajo”, como Margarita II sin prejuicios llama a su cargo de reina, lo realiza con lealtad y con una energía que puede medirse con la requerida en los más altos cargos de las empresas privadas. La jornada laboral suele ser de muchas horas, y aún así se muestra relajada, complaciente y digna en las grandes ceremonias nocturnas o actos similares.

Suele discutir culta y vivamente con jefes de Estado, científicos, intelectuales, periodistas, escritores y artistas, y durante visitas de Estado en otros países acostumbra a estar al frente de las delegaciones comerciales y culturales danesas más importantes.

Desde hace 40 años, todos los miércoles recibe un informe por parte del Primer Ministro y del ministro de Relaciones Exteriores, lo cual indica que se debe tratar de una de las personas de mayores conocimientos sobre la vida política del país, a pesar de la prohibición -impuesta por la Constitución a la Monarquía- de ejercer y opinar sobre política.

Sin embargo, la ubicación de la reina en la escena política no es exclusivamente como pieza decorativa. Todas las leyes nuevas deben ser firmadas por la reina, y durante las sesiones del Parlamento que se extienden desde octubre hasta junio, se reúne en Consejo de Estado con el Gobierno, por lo general cada quince días.

Para sus numerosas funciones ceremoniales, como visitas oficiales dentro y fuera de Dinamarca, inauguraciones, asistencia a eventos benéficos o culturales y numerosas ocasiones más, así como también en sus deberes públicos, la reina muestra una serie de cualidades artísticas personales.

Como creadora de trajes y escenografías para el Teatro Real, como diseñadora de sellos postales y monogramas de la Familia Real, entre otras cosas, de casullas y trajes episcopales para iglesias de todo el país y como pintora ‘amateur’.

No es sólo su atractiva personalidad lo que le ha granjeado el cariño de la sociedad danesa. El ritmo de modernización de la monarquía como institución, ni demasiado rápido ni excesivamente lento, ha sido la causa última del respeto que le profesan sus conciudadanos. 

“Al contrario que otras monarquías, como la británica o la noruega, la Casa Real danesa ha conseguido encontrar el equilibrio entre modernidad y tradición”, señala Soerensen: “La Reina Margarita ha sabido adaptarse a la evolución de la sociedad. En Inglaterra, por ejemplo, Isabel II se ha aferrado a la formas hasta hace muy pocos años”.

“Pregunte a los daneses qué saben sobre su reina”, escribe el periodista Viktor Andersen. “Todos tienen recuerdos claros positivos de la reina. Los tiene hasta el niño que va a la escuela, y que el día del cumpleaños de la reina no quiere volverse a casa de la plaza central, ubicada frente a la residencia real de Amalienborg, en Copenhague, antes de que la reina haya salido al balcón a saludar”.

Buenos recuerdos también tienen muchos televidentes, que recuerdan a la reina con sus esquís en Noruega, o como recolectora de uvas en Francia, en sus vacaciones de verano, y aquella vez que en la mañana de sus bodas de plata, el 10 de junio de 1992, saludó desde su ventana con la cabellera suelta junto al príncipe consorte.

Los daneses también la recuerdan vestida con el traje típico de las Islas Faroe para la danza en cadena en Torshavn y con un traje de nácar para el “kaffemik”, encuentro social donde se comparte café y pasteles con un invitado en Groenlandia.

También recuerdan a una reina feliz y humilde que desde el escenario del Teatro Real agradeció las aclamaciones por la escenografía que ella había creado para el ballet “Una leyenda popular”, y una reina que se divierte a carcajadas una noche en el Tívoli al presenciar una parodia de ella misma presentada por los mejores artistas del país. En Dinamarca casi no existe un honor mayor que ser objeto de dicha parodia.

En términos de intensidad, todos estos eventos son eclipsados por el discurso de fin de año de la reina en la radio y en la televisión. El número de televidentes sólo fue sobrepasado una vez por las transmisiones de un partido de fútbol importante para la selección nacional de Dinamarca.

Justo antes de la cena de fin de año en miles de hogares la reina mostró su formidable capacidad de colocarse al mismo nivel de su pueblo, y a veces apresurándose a expresar importantes incitaciones de carácter moral y ético agregando innovaciones lingüísticas que luego quedan incorporadas de inmediato en la sociedad.

Todos recuerdan la noche de año nuevo de 1984 en la que aconsejó a sus compatriotas a que no recibieran a los inmigrantes “con tontos comentarios”, así como también sus apelaciones relacionadas con el medioambiente, con la solidaridad con el tercer mundo y con una mayor confianza entre los mismos daneses.

“Cuando los vemos inseguros frente a nuestros patrones culturales y nuestro idioma”, dijo la reina, “se nos acaba muy pronto la hospitalidad. Allí aparece nuestro humor danés con sus tontos comentarios. Entonces los recibimos con frialdad y no queda mucho trecho hasta la chicanería y los métodos más violentos”. La palabra surtió efecto y de inmediato se formó un fuerte movimiento contra la vigente política de inmigración.

Al año siguiente, la reina habló de los problemas ambientales e hizo un llamamiento de conciencia contra la modalidad de “usar y tirar”, que puede convertirse en un estilo de vida. Con ambas declaraciones, pareció muy claro, de acuerdo a la reacción de la prensa, que la popularidad de la reina creció considerablemente.

Contra las dóciles quejas de politización de los discursos, la reina hizo las siguientes declaraciones en una entrevista publicada en «Det Frie Aktuel» en 1988: “Si un jefe de Estado que ha firmado la Declaración de Derechos Humanos de las Naciones Unidas no puede hablar sobre un tema específico, ¿cuál ha sido el sentido de esta firma?”.

Esas noches de Año Nuevo, sin violar la prohibición de ejercer influencia política, y con tan sólo unas pocas palabras finamente escogidas, la reina de Dinamarca logra influenciar más a su pueblo que cualquier político en todo un año.


Darío Silva D'Andrea



Seguir al autor en Twitter:

Las últimas noticias de Coronas Reales