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Desde hace casi 40 años este plácido reino montañoso del Sur Africano vive bajo en estado de emergencia. Comenzó en 1973, unos cuantos años después de la independencia de Suazilandia de los británicos.
El rey Sobhuza II suspendió la constitución y empezó a reinar bajo decreto real, prohibiendo partidos políticos y sindicatos con el pretexto de que eran algo extraño a la forma de vida tradicional del pueblo suazi.
El reino está gobernado ahora por el hijo de Sobhuza, el rey Mswati III, y la emergencia continúa.
Tras un año de malestar social por uns crisis económica que ha generado el mayor desafío hasta ahora al poder real, cada vez hay más suazis frustrados por vivir bajo una monarquía absolutista, y están aumentando sus exigencias de democracia.
En 2013 está previsto que haya elecciones bajo el sistema Tinkhundla de circunscripciones locales, que según algunos analistas están comprometidas con la monarquía.
El ministro de Justicia de Suazilandia (elegido a dedo por el rey) ha confirmado que no habrá cambios en el modo en que se celebrarán el año que viene las elecciones, lo que significa que los partidos políticos continuarán prohibidos.
Suazilandia supone una amenaza a la seguridad regionalmientras se prepara para sus elecciones, según ha advertido un reciente informe del Institute for Security Studies de Sudáfrica.
“El creciente desacuerdo público” con el sistema Tinkhundla tiene “el poder de amenazar la paz y la estabilidad, no sólo en el reino sino también en la región”, escribe el investigador Dimpho Motsamai.
Sibongile Mazibuko, activista pro democracia y presidenta de la Asociación Nacional de Profesores de Suazilandia, dice que no tiene sentido celebrar elecciones hasta que el sistema cambie. “La Constitución de Suazilandia dice que él está por encima de la ley,que está por encima de la constitución. Así que ¿qué sentido tiene celebrar elecciones?”, pregunta.
Hay convocadas protestas para el 12 de abril, una fecha en la que anualmente se recuerda el aniversario del día en el que el rey Sobhuza abolió la constitución. En grupos de Facebook se están produciendo muchos debates pro democráticos y se están planeando protestas.
Y hace dos años se formó una coalición que demanda democracia multipartidista, la Swaziland Democracy Campaign, que agrupa a organizaciones civiles, grupos religiosos y sindicatos.
Quienes critican al rey suelen ser hostigados, golpeados y detenidos. El principal partido de la oposición es el prohibido Pudemo, cuyo líder, Mario Masuku, ha sido detenido reiteradas veces por sedición y hasta terrorismo.
El mes pasado el rey despidió al veterano director del periódico Swazi Observer, un ex asesor real, después de publicar entrevistas con activistas democráticos hablando del futuro del país.
La líder de los profesores, Sibongile Mazibuko, asegura que su sindicato se ha politizado en este último año, cambiando su enfoque hacia temas de Gobierno, aunque al principio algunos de sus miembros eran reacios al cambio.
“Pensaban que había una línea gruesa entre el sindicalismo y la política. Se ha eliminado”, afirma. “Somos nosotros los trabajadores los que podemos desafiar al Gobierno y cambiar la ley”.
Suazilandia, un pequeñísimo país sin salida al mar rodeado por Sudáfrica y Mozambique, es considerada la última monarquía absoluta de África. Si bien en otros países hay reyes tribales, como el rey Letsie III en Lesotho o el rey Zulú Goodwill Zwelithini en Sudáfrica, ninguno de ellos gobierna como monarca.
En la escuela los niños aprenden canciones de alabanza al rey y cantan el himno nacional, que le da las “gracias y alabanzas” por su Gobierno.
Un libro de sexto curso enseña a los alumnos que “el rey Mswati III es el jefe de Estado de Suazilandia. Él tiene poder político. La reina Isabel II es la cabeza de estado del Reino Unido. Ella no tiene poder político alguno”.
Pero cada vez hay más suazis que no están dispuestos a seguir cantándole alabanzas al rey. En algunas de las escuelas de Suazilandia hay profesores y directores que han decidido discretamente dejar de exigir a sus alumnos que canten el himno nacional.
Cuando a Quinton Dlamini, un prominente sindicalista, le pidieron que dijese una oración por el monarca al principio de una reunión en enero con el ministro de Trabajo del país, en lugar de ello cantó “Nkosi Sikelel’ iAfrika” (Dios salve a África), el himno nacional sudafricano y una canción utilizada en muchos países africanos durante su lucha por la independencia.
Zwelethu Jele, uno de los líderes de un boicot a los tribunales por parte de abogados que protestan contra las interferencias del rey en los procesos judiciales, asegura que el papel de la monarquía en la sociedad suazi está comenzando a desintegrarse.
“Se han forzado los límites. Es una cuestión de tiempo”, dice. “El suazi medio tiene un gran respeto por la institución de la monarquía. Pero una vez que la institución comienza a desatender a su gente, esto cambia. Creo que esto se está empezando a romper, y que se acabará rompiendo muy pronto”.
No todos los activistas quieren abolir la monarquía en su totalidad. A muchos les gustaría que el rey conservase un papel institucional, como la reina Isabel II o el rey zulú Zwelithini. Pero Jele cree que el descontento público con el rey Mswatti III y su familia es ya demasiado grande.
El reino está gobernado ahora por el hijo de Sobhuza, el rey Mswati III, y la emergencia continúa.
Tras un año de malestar social por uns crisis económica que ha generado el mayor desafío hasta ahora al poder real, cada vez hay más suazis frustrados por vivir bajo una monarquía absolutista, y están aumentando sus exigencias de democracia.
En 2013 está previsto que haya elecciones bajo el sistema Tinkhundla de circunscripciones locales, que según algunos analistas están comprometidas con la monarquía.
El ministro de Justicia de Suazilandia (elegido a dedo por el rey) ha confirmado que no habrá cambios en el modo en que se celebrarán el año que viene las elecciones, lo que significa que los partidos políticos continuarán prohibidos.
Suazilandia supone una amenaza a la seguridad regionalmientras se prepara para sus elecciones, según ha advertido un reciente informe del Institute for Security Studies de Sudáfrica.
“El creciente desacuerdo público” con el sistema Tinkhundla tiene “el poder de amenazar la paz y la estabilidad, no sólo en el reino sino también en la región”, escribe el investigador Dimpho Motsamai.
Sibongile Mazibuko, activista pro democracia y presidenta de la Asociación Nacional de Profesores de Suazilandia, dice que no tiene sentido celebrar elecciones hasta que el sistema cambie. “La Constitución de Suazilandia dice que él está por encima de la ley,que está por encima de la constitución. Así que ¿qué sentido tiene celebrar elecciones?”, pregunta.
Hay convocadas protestas para el 12 de abril, una fecha en la que anualmente se recuerda el aniversario del día en el que el rey Sobhuza abolió la constitución. En grupos de Facebook se están produciendo muchos debates pro democráticos y se están planeando protestas.
Y hace dos años se formó una coalición que demanda democracia multipartidista, la Swaziland Democracy Campaign, que agrupa a organizaciones civiles, grupos religiosos y sindicatos.
Quienes critican al rey suelen ser hostigados, golpeados y detenidos. El principal partido de la oposición es el prohibido Pudemo, cuyo líder, Mario Masuku, ha sido detenido reiteradas veces por sedición y hasta terrorismo.
El mes pasado el rey despidió al veterano director del periódico Swazi Observer, un ex asesor real, después de publicar entrevistas con activistas democráticos hablando del futuro del país.
La líder de los profesores, Sibongile Mazibuko, asegura que su sindicato se ha politizado en este último año, cambiando su enfoque hacia temas de Gobierno, aunque al principio algunos de sus miembros eran reacios al cambio.
“Pensaban que había una línea gruesa entre el sindicalismo y la política. Se ha eliminado”, afirma. “Somos nosotros los trabajadores los que podemos desafiar al Gobierno y cambiar la ley”.
Suazilandia, un pequeñísimo país sin salida al mar rodeado por Sudáfrica y Mozambique, es considerada la última monarquía absoluta de África. Si bien en otros países hay reyes tribales, como el rey Letsie III en Lesotho o el rey Zulú Goodwill Zwelithini en Sudáfrica, ninguno de ellos gobierna como monarca.
En la escuela los niños aprenden canciones de alabanza al rey y cantan el himno nacional, que le da las “gracias y alabanzas” por su Gobierno.
Un libro de sexto curso enseña a los alumnos que “el rey Mswati III es el jefe de Estado de Suazilandia. Él tiene poder político. La reina Isabel II es la cabeza de estado del Reino Unido. Ella no tiene poder político alguno”.
Pero cada vez hay más suazis que no están dispuestos a seguir cantándole alabanzas al rey. En algunas de las escuelas de Suazilandia hay profesores y directores que han decidido discretamente dejar de exigir a sus alumnos que canten el himno nacional.
Cuando a Quinton Dlamini, un prominente sindicalista, le pidieron que dijese una oración por el monarca al principio de una reunión en enero con el ministro de Trabajo del país, en lugar de ello cantó “Nkosi Sikelel’ iAfrika” (Dios salve a África), el himno nacional sudafricano y una canción utilizada en muchos países africanos durante su lucha por la independencia.
Zwelethu Jele, uno de los líderes de un boicot a los tribunales por parte de abogados que protestan contra las interferencias del rey en los procesos judiciales, asegura que el papel de la monarquía en la sociedad suazi está comenzando a desintegrarse.
“Se han forzado los límites. Es una cuestión de tiempo”, dice. “El suazi medio tiene un gran respeto por la institución de la monarquía. Pero una vez que la institución comienza a desatender a su gente, esto cambia. Creo que esto se está empezando a romper, y que se acabará rompiendo muy pronto”.
No todos los activistas quieren abolir la monarquía en su totalidad. A muchos les gustaría que el rey conservase un papel institucional, como la reina Isabel II o el rey zulú Zwelithini. Pero Jele cree que el descontento público con el rey Mswatti III y su familia es ya demasiado grande.
Erin Conway-Smith, Manzini (Suazilandia) | Global Post