27 de mayo de 2012

El desfile naval del Jubileo: un verdadero rompecabezas logístico bajo estricta seguridad

GRAN BRETAÑA | Coreografiar la navegación de 1.000 barcos de todo tipo por el Támesis asegurando la protección de la familia real supone un reto para los organizadores de la procesión del Jubileo de Diamante de Isabel II y un verdadero examen para la seguridad antes de los Juegos Olímpicos.


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Coreografiar la navegación de 1.000 barcos de todo tipo por el Támesis asegurando la protección de la familia real supone un reto para los organizadores de la procesión del Jubileo de Diamante de Isabel II y un verdadero examen para la seguridad antes de los Juegos Olímpicos.

El desfile fluvial es la máxima atracción de las celebraciones del 60 aniversario de la entronización de la monarca y espera superar por su extensión el último desfile comparable, que se remonta a 1662.

Los organizadores rivalizaron de calificativos para describir este espectáculo "espléndido", "histórico", "único", aunque reconocieron su "extraordinaria complejidad".

Un millón de espectadores son esperados en las márgenes y en algunos puentes del Támesis para asistir a esta procesión excepcional de barcos de remo, de vapor, de motor, de vela, de todos los tamaños y orígenes: kayaks, góndolas, barcos dragón, embarcaciones militares, balleneros, etc.

La estrella del espectáculos será la suntuosa Barcaza Real adornada de rojo y oro que trasladará a la reina y a los principales miembros de su familia: su marido Felipe, Carlos y Camila, Guillermo y Catalina, y Enrique.

Durante tres horas, este cortejo de 11 kilómetros de largo bajará el río londinense pasando por debajo de 13 puentes, al son de las campanas y de músicas tan variadas como el himno nacional, las melodías de Bollywood o el famoso tema de las películas de James Bond.

Excepcionalmente, una presa situada más abajo estará cerrada para que los barcos puedan navegar en aguas más tranquilas.

No se pudo hacer ningún ensayo general del conjunto de los barcos y los organizadores trataron de anticipar al máximo los posibles problemas técnicos: mal funcionamiento de la presa, avería del motor de la barcaza real o accidente entre dos embarcaciones.

Una de las dificultades será "mantener los barcos lo suficientemente cerca unos de otros para presentar un verdadero espectáculo pero lo suficientemente alejados para evitar las colisiones", explicó recientemente a la prensa David Phillips, un responsable del puerto de Londres, encargado de la seguridad naval.

Adrian Evans, el director de este espectáculo, minimiza sin embargo el peligro de choque, dada la velocidad reducida de la procesión. "Habría que hablar más bien de besos entre los barcos", bromea.

Unas 190 embarcaciones velarán por la seguridad del cortejo. Con la presencia de la familia real y tantos espectadores esperados en las calles como en la boda de Guillermo y Catalina en 2011, el evento se llevará a cabo bajo un estricto dispositivo de seguridad.

Unos 5.500 policías y 7.000 voluntarios estarán movilizados y el éxito del dispositivo será seguido con una atención particular, a menos de dos meses de la inauguración de los Juegos Olímpicos.

Se llevarán a cabo inspecciones en los barcos y debajo del agua, pero la policía promete una presencia "discreta" para mantener un ambiente festivo.

¿Y si un manifestante se tirara al agua como en la última regata de remo entre Oxford y Cambridge a principios de abril? Los organizadores aseguran haber tenido en cuenta esta eventualidad y "poder responder a ella".

Queda una incógnita importante: el tiempo. Porque una visibilidad reducida y fuertes vientos podrían aguar la fiesta.

De un coste de 10,5 millones de libras (16,5 millones de dólares, 13 millones de euros), la manifestación también fue un rompecabezas financiero en plena época de austeridad. No se podía recurrir al contribuyente para que pagara la factura, pero tampoco se podía sacrificar la majestuosidad con un desfile de marcas.

Ante la reticencia de los patrocinadores, los organizadores llegaron incluso a amenazar con denunciar públicamente a quienes se negaban a contribuir a este evento en honor a la reina. El miedo al oprobio público parece haber dado sus frutos.
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