Hace unos meses, un enfermero africano que estaba empleado
en un geriátrico de los Estados Unidos fue coronado Rey de Mumbere, uno de los
reinos tradicionales que componen la República de Uganda, país que mantiene
vivas las tradiciones monárquicas del pasado con monarcas que representan la
historia y las costumbres más valiosas de la tierra y las tribus que gobiernan.
Hay reyes en las regiones de Toro, Busoga, Ankole, Bunyoro,
Buganda y Rwenzururu, y reciben la reverencia, y el respeto de las poblaciones
de las tribus que yacen bajo su corona. Sus reyes, sin embargo, carecen de
poder político alguno. Presiden las ceremonias religiosas y festividades más
importantes de sus tribus, reciben palacios, personal y dinero del Estado, pero
el único papel político que pueden llegar a representar es el de aconsejar al
presidente de Uganda sobre temas concernientes a sus respectivas tribus.
Las monarquías tradicionales ugandesas fueron abolidas en
1967 por el sanguinario dictador Idi Amin, y solamente tras el retorno de la
democracia, en 1993, fue cuando presidente Yoweri Museveni decidió restaurar a
sus reyes en el trono. Actualmente, el más famoso de los soberanos ugandeses es
un jovencito que todavía no cumple veinte años, Rukidi VII de Toro, que es el
rey más joven del mundo según el Libro Guinness y fue coronado recientemente en
una colorida y elaborada ceremonia. Este año, el Gobierno ugandés ha decidido
restaurar una monarquía más, la del reino de Ruwenzururu, y mandó llamar al
heredero del Trono, Charles Mumbere, que trabajaba como enfermero en un
geriátrico de los Estados Unidos, para hacerse cargo del cetro de sus
antepasados y ser coronado rey por su pueblo. Charles Wesley Mumbere vivió
durante 24 años en Pensilvania sin contarle a nadie sobre su sangre azul. Como
rey, se le entregó una corona y un manto multicolor, las reverencias de todo el
pueblo, un lujoso coche y un palacio digno, pero Mumbere, como sus colegas
ugandeses, no tiene ningún poder real y ni una sola responsabilidad más que la
de ser guardián en el tiempo de la tradición, la religión y la idiosincrasia de
su pueblo.
A quienes parece no irles tan bien es a los reyes de las
monarquías tradicionales de Sudáfrica, cuyo el Gobierno ha anunciado que seis
de sus trece reinos tribales no recibirán en el futuro el reconocimiento
oficial de la Nación, y los actuales monarcas no serán sucedidos a su muerte por
su heredero, sino de automáticamente su estirpe perderá el poder simbólico y
tradicional que le confieren las leyes sudafricanas. Existen en Sudáfrica
monarquías tradicionales, que rigen simbólicamente sobre determinadas regiones
o tribus, manteniendo en el tiempo las costumbres tribales y ostentando el
monarca un innegable poder simbólico, pero no político.
En efecto, algunas de estas monarquías fueron creadas con el
objetivo de dividir al pueblo sudafricano durante el apartheid, época en la
cual el régimen apoyaba estructuras de poder existentes a cambio de apoyo al
gobierno. La clase dominante blanca había decidido crear territorios llamados
bantustanes, adjudicándoselos a diferentes grupos étnicos y sus líderes. Sin
embargo, estos “países” nunca tuvieron reconocimiento internacional. Las
regiones fueron suprimidas luego de la caída del apartheid, en 1994. Ahora, a
las seis monarquías que desaparecerán no se las acusa de colaborar con el
apartheid, y según el presidente sudafricano, Jacob Zuma, con la medida se
intenta “disminuir las tensiones históricas entre líderes rivales”. Al mismo
tiempo, se trata de una medida de ahorro: anualmente, todos los reyes reciben
una subvención estatal.
Los actuales monarcas sudafricanos sólo desempeñan funciones
ceremoniales, y carecen de poder político. Entre los monarcas que sí se
mantienen se encuentra la del rey zulú Goodwill Zwelithini, descendiente del
legendario rey Shaka, y el monarca xhosa Zwelonke Sigcawu, que representan a
los dos principales grupos de la población. El primero es conocido
principalmente por el festival de la “Danza de la caña”, que se celebra todos
los años, y considerado como el más representativo de los monarcas tribales. En
esta tradición, miles de vírgenes zulúes, con el torso desnudo, traen cañas del
río, y las llevan en fila al rey.
Entre los reyes que no perderán su trono y su influencia política
se encuentra también el rey Buyelekhaya Zwelibanzi Dalindyebo, del ancestral
clan AbaThembu, que causó conmoción el año pasado al instar a la mitad del
país, incluyendo a la ciudad de Johannesburgo, a que se escindiera de
Sudáfrica. Previamente, Buyelekhaya había sido condenado a 15 años de prisión
por, entre otros, homicidio involuntario, delito de incendio y violencia. Los
demás monarcas cuyos reinos permanecerán en pie serán Zanozuko Sigcawu, Rey de
AmaMpondo, y Victor Sikhukhune, Rey de Bapedi Ba Maroteng. En otras dos
monarquías, el actual monarca será depuestos: el rey de Amamapondo será
remplazado por el príncipe Zanozuko Sigcawu, y el de Limpopo por Victor
Thulare. Mientras tanto, los monarcas que serán depuestos son: Lekunuto
Cavandish de Batlokwa Ba Mota, Thokwane de Bakwena baMopeli, Bangilizwe de
AmaRharhabe, Ndamase de Amampondo ase-Nyandeni y Mbusi de Ndzundza Mabhoko. El
Rey de AbaThembu, otro reino abolido, ha muerto recientemente, y su trono quedó
vacío para siempre.
DARÍO SILVA D'ANDREA