Bahrein, donde se cree que existió el paradisíaco Jardín del Edén, ya no es un paraíso. Las sangrientas revueltas han puesto en jaque a la poderosa dinastía, y al rey Hamad -de 60 años- no le ha quedado otra opción que decretar el “estado de seguridad nacional” por un periodo de tres meses luego de varias semanas de movilizaciones de la oposición.
Los que participan de las marchas, principalmente ciudadanos chiítas -que son el % 70 de la población-, piden cambios políticos a sus gobernantes, que son sunníes.
Los alrededores de la Plaza de La Perla, centro del ardor
popular, así como los centros de las ciudades de Sitra, Hamala, Ma’ameer o
Nuwaidrat, quedaron repletos de grafitis y carteles contra la dinastía.
“¡Muerte al Rey! ¡Muerte a Al-Jalifa!”, clamaban. En otro lado de la capital,
los partidarios de la Corona se concentraban alrededor de la mezquita sunita de
Al-Fatah a los gritos de “¡Viva Abu Salam!”, en referencia al rey Hamad.
El rey enfrenta protestas para que dimita el Gobierno y se
instaure un sistema de Monarquía Constitucional. Como explica Alí Al-Aswad, del
grupo chiíta Wifak: “Estamos a favor de que la familia Al-Jalifa se quede, pero
queremos que nuestro país se convierta en una monarquía como la de España o
Reino Unido”. La mayoría pide, entre otras cosas, el cese del primer ministro,
el príncipe Jalifa bin Salman -de 74 años, tío del rey- que lleva 40 años en el
cargo.
El diario El País recoge la declaración de Zuhair Fardan,
empleado de una aseguradora: “Queremos votar una Constitución escrita por los
bahreiníes y elegir a nuestro primer ministro de entre los ciudadanos, no de la
familia real. Si no, habrá una revolución”. Otros van mucho más lejos: “Nos
habíamos limitado a pedir la dimisión del Gobierno, pero ahora reclamamos lo
mismo para la familia real”, declaraba Ahmad Makki Abu Taki, cuyo hermano
falleció en el desalojo del campamento opositor, informó Al Jazeera. Otros,
piden directamente la muerte de los Al-Jalifa.
Consciente de la ira popular y del peligro que ello supone
para la Corona, el rey decidió primero cortar de raíz el último desafío a su
autoridad, haciendo detenciones en masa y abriendo fuego contra los
manifestantes.
El 17 de febrero, con tanques, gases lacrimógenos y
helicópteros, fueron desalojados cientos de opositores de en Manama, y varios
murieron. Dos días después, 100.000 manifestantes volvieron a la plaza
dispuestos a no moverse de allí hasta conseguir que la Corona accediera a sus
peticiones y liberara a los presos.
El príncipe heredero Salman, a quien su padre dio plenos
poderes para la mediación, pidió a los ciudadanos que vuelvan a sus casas y
prometió dialogar con la oposición una vez que se restableciera la calma. “No
hago ninguna diferencia entre un bahreiní y otro; todos son nuestros hijos.
Quienes protestan en la Plaza de la Perla representan una proporción muy
significativa de nuestra sociedad y de nuestras creencias políticas”, reconoció
en una entrevista con la CNN.
Salman es considerado un reformista y la esperanza de
sobrevivencia para la familia reinante. Está creciendo la especulación de que
el primer ministro sea reemplazado por el príncipe heredero, quien por ahora se
alejó de las figuras de la Corte que buscan mayor represión de las protestas.
La agitación popular llegó a tal clima que los países de la
región se vieron obligados a enviar refuerzo militar para apaciguar las
revueltas. Para agitar más las aguas, el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad,
ya se ha erigido en defensor de sus hermanos chiítas en Bahrein, según hace
constar el diario El Mundo de España.
“¿Cómo pueden algunos gobernantes emplear los fusiles contra
su propio pueblo? No es comprensible ni justificable”, dijo Ahmadineyad,
llamando indirectamente a los bahreiníes a levantarse contra su rey. Los
gobernantes de los otros países del Golfo Pérsico están del lado del rey Hamad
y sus seguidores, y quieren evitar a toda costa la caída del monarca o la
división del país.
DARÍO SILVA D'ANDREA
Publicado en PERFIL.COM