29 de julio de 2011

Edimburgo se prepara para una boda discreta pero de sutil significado político

El enlace de la nieta de la Reina y Mike Tindall en la nacionalista Escocia es la segunda boda del año en la Familia Real británica y la primera que se celebrará en Escocia en casi dos décadas. Más fotos y videos en nuestro Foro »

A millones de años luz de la importancia constitucional y mediática del casamiento del Príncipe Guillermo y Catalina, el de Zara Phillips y el jugador de rugby Mike Tindall también tiene su dosis de carga política. 

En un pueblo que se caracteriza por su ambivalencia respecto a la unión con Inglaterra, una celebración en las calles de Edimburgo tendrá un ineludible significado, en especial a la luz de la victoria electoral del Partido Nacional Escocés el pasado 5 de mayo.

El contundente triunfo del partido del primer ministro Alex Salmond en las elecciones autonómicas revivió un fantasma que revolotea Gran Bretaña desde que Escocia e Inglaterra firmaron el acta de la unión en 1707: la independencia escocesa. 

En junio la Reina Isabel II le solicitó al primer ministro David Cameron asesoramiento sobre las implicaciones constitucionales de esta victoria. 

En la plataforma de Alex Salmond figura un referendo sobre la independencia. En juego está no solo el acta de la unión sino el papel de la Reina Isabel como Jefa de Estado.

Consciente de las divisiones que provoca el tema entre los escoceses, Salmond ha matizado sus opiniones respecto a la monarquía. 

El líder escocés se ha comprometido a mantener a Isabel II como Jefa de Estado en una Escocia independiente «siempre que el pueblo así lo desee», tal como sucede en 16 países del mundo, desde Canadá y Jamaica hasta Australia y Papúa Nueva Guinea.

De hecho, el líder escocés asistió a la boda de los Duques de Cambridge en la Abadía de Westminster, señal de que no es —o no le interesa parecer— un antimonárquico. Y es que la opinión pública escocesa es un gran misterio

A pesar del intenso orgullo nacional y su histórica rivalidad con los ingleses, la mayoría prefiere seguir siendo parte del Reino Unido. Aún así, los sondeos varían tanto que terminan siendo ininteligibles. 

El interrogante es en qué dirección ondeará la bandera con un año tan monárquico —y romántico— como éste. ABC


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