ESPECIAL: Masacre en el Reino de las Nieves
Hoy se cumple una década desde que el príncipe heredero Dipendra decidió matar a balazos a sus padres y varios familiares llevado por el enojo que le producía que su familia se negara a darle el permiso para casarse con la mujer que amaba, la joven de sangre india Devyani Rana.
El príncipe Dipendra, que según la investigación oficial estaba drogado y tenía mucho alcohol en el cuerpo, se dirigió en la noche del primero de junio de 2001, armado con una pistola y un fusil, al salón del palacio real de Katmandú en el que se encontraba casi toda la familia real y mató a 13 de sus miembros, incluidos sus padres (el rey Birendra y la reina Aishwarya) y sus dos hermanos hermanos (la princesa Sruti y el príncipe Nirajan Shah). Posteriormente, se dispararía a sí mismo.
La monarquía nepalí nunca se recuperó de la muerte del rey Birendra y doce de sus familiares, de forma que el prestigio de la institución real fue cayéndose a pedazos hasta que, tras las elecciones de 2008, Nepal se convirtió en una república. En palabras del escritor Kanak Mani Dixit, "la pérdida de imagen de la monarquía allanó el camino para su desaparición".
El país sigue sumido desde entonces en una profunda crisis política que vivió su último episodio el pasado fin de semana por la inestabilidad de un parlamento que, tras tres años de parálisis institucional, no ha conseguido aprobar una nueva Constitución.
En el décimo aniversario de la masacre de la familia real a manos de uno de sus propios miembros, en Nepal sigue habiendo opiniones encontradas sobre aquel suceso, y continúan las sospechas de que todo fue una trama urdida por el tío de Dipendra y a la postre último monarca de Nepal, Gyanendra. Casualmente, éste último, junto a su esposa Komal, se encontraba en otra localidad.
Dipendra era un treintañero educado en los mejores colegios británicos y amante de las armas que, según un rumor extendido en Katmandú, estaba enfrentado a sus padres, especialmente a la reina Aishwarya, por su oposición a que el príncipe desposara a la mujer que realmente amaba.
Pero la mayoría de los nepalíes creen que alguien pudo instigar al heredero de la centenaria monarquía de Nepal a cometer la masacre. "Entre los nepalíes, especialmente en las zonas rurales con su mentalidad tradicional, está extendida la idea de que el hermano del rey Birendra estaba detrás de lo que pasó", explica el sociólogo Sudhindra Sharma.
En grave estado de coma, el príncipe Dipendra fue proclamado Rey de Nepal, y su reinado duró hasta su muerte, dos días después. Su tío el príncipe Gyanendra, el presunto conspirador, odiado por la población, se convirtió en XVIII Rey de Nepal, y ni él, que estaba fuera de la capital, ni su mujer e hijos, resultaron muertos por las balas del príncipe Dipendra.
"Dadas las circunstancias del incidente, es muy difícil creer que el joven príncipe Dipendra estuviera él solo detrás de la masacre", indica el escritor y ex periodista Basanta Thapa, que añade que "hay un aroma de conspiración en todo esto".
Para Mani Dixit era fácil culpar a Gyanendra porque no era figura nada popular ni lo fue durante los treinta años de reinado de su hermano, "pero con la información que tenemos hoy podemos decir que no hubo conspiración y que todo fue una decisión del príncipe Dipendra". Según el especialista, los testimonios de los supervivientes apoyan esa versión "y la investigación estuvo bien hecha, aunque las élites no le dieran demasiado crédito a causa de la ola populista que invadió Nepal".
Pero para Thapa aún hay dudas, "ya que los cuerpos de las víctimas fueron incinerados enseguida, sin que se hicieran las autopsias pertinentes". Tras la muerte del príncipe Dipendra, su tío Gyanendra fue proclamado rey de Nepal, pero su impopularidad fue en aumento y, tras la coronación, se oyeron por las calles de Katmandú cánticos de "¡Gyanendra asesino!".
Tras ocupar el trono, Gyanendra llegó a detentar el poder absoluto, pero fue derrocado en 2006 víctima de la presión popular, de la alianza de los partidos políticos y de la guerrilla maoísta, que durante una década luchó contra la monarquía. Tras un periodo de impasse institucional, dos años después se declaró la república.
Los sucesos del palacio real de Katmandú siguen sin aclararse del todo, "pero ahora no es momento de nuevas investigaciones", dice Mani Dixit, que es de la opinión de que las pesquisas "deberían hacerse en un clima de mayor estabilidad política". Dixit considera que con la grave crisis institucional que vive Nepal a causa de la falta de acuerdo sobre la nueva Constitución y sobre el papel de los ex guerrilleros maoístas, abrir ese proceso no es en absoluto una de las prioridades del país.
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