El quinto 'rey dragón' de Bután contrajo matrimonio este jueves con una plebeya de 21 años durante una ceremonia fiel a las tradiciones ancestrales de este pequeño reino budista perdido en el Himalaya, que se abre poco a poco a la vida moderna.
La ceremonia se realizó en un antiquísimo monasterio de la ciudad de Ponakha, a las 8.20 de la mañana. La hora no resulta casual porque los propios astrólogos de la Corte eligieron este momento del alba al considerarlo de buena suerte para la pareja. La fecha fue elegida por un lama en función de la alineación de los planetas y de los signos astrológicos de los novios. Su unión se celebró tras una noche de luna llena.
Su Majestad Jigme Khesar Namgyal Wangchuck, de 31 años, coronó a Jetsun Pema, hija de un piloto de línea, oficializando con ese gesto su unión, celebrada en una impresionante fortaleza monástica en Punakha, la capital del reino hasta 1955, cuando fue reemplazada por la ciudad medieval de Timbu.
Este 'dzong' del siglo XVII fue engalanado con banderas de colores favorables, en conformidad con las creencias budistas. Desde su coronación, en noviembre de 2008, tras la abdicación de su padre, los 700.000 súbditos de este país del tamaño de Suiza, enclavado entre India y China, esperaban con fervor el matrimonio de este rey con físico de estrella, diplomado en Oxford y aficionado al baloncesto.
Los novios llegaron de forma separada, poco después del alba, al son de instrumentos musicales y rodeados de una nube de incienso, escoltados por procesiones de monjes vestidos de rojo y responsables engalanados con su tradicional gho, una especie de bata que se usa con medias altas.
El rey Wangchuk salió de su palacio y emprendió el camino hacia el monasterio de Punakha acompañado del primer ministro, Jigmi Thinley, y del jefe de la Policía. Poco después, la princesa Pema, una chica de 21 años que estudió en la región india de Himachal Pradesh (norte), llegó al monasterio seguida de una procesión de unas cien personas que tocaban tambores y cantaban himnos, y allí encendió una lámpara dorada.
Ataviado con el fajín real amarillo sobre una túnica dorada con flores rojas y botas de colores, el monarca descendió del trono bajo una estatua gigante de Buda y coronó a su esposa, que vestía la tradicional falda enrollada butanesa y una chaqueta dorada con puños rojos.
Entre cantos guturales de los monjes budistas al son de sus tambores y “dhungchen”, las alargadas trompetas tibetanas, la pareja siguió un rito de purificación ante un enorme tapiz del siglo XVII con la figura del fundador de Bután, el rey Zhadbrung.
Después, recibieron una serie de ofrendas por parte del padre del soberano y de la máxima autoridad religiosa del país, Je Khenpo, como bufandas de colores para simbolizar las bendiciones del más allá y un espejo, hierba y una concha para desearles longevidad, inteligencia y pureza.
Ante las cámaras de televisión, que retransmitieron el evento para los 700.000 habitantes del país, la bella Jestun Pema bebió de un cáliz dorado con el elixir de la vida eterna y se convirtió en la nueva reina de Bután.
El monarca, que deseaba una boda "simple", no invitó a ningún rey ni a ningún jefe de Estado o de gobierno. Sin embargo, unos 20 embajadores, así como unos pocos amigos cercanos de Jigme, fueron convidados a la ceremonia. El cuarto rey de la "Tierra del Dragón-Trueno", el padre de Jigme, tenía cuatro esposas.
Según Dashma Karma Ura, un investigador del centro de estudios butaneses en Tibu, "la futura reina tiene el potencial y la personalidad para sentar su autoridad de mujer en el trono". "Ella tiene un gran conocimiento de la cultura butanesa y puede servir de inspiración a numerosas mujeres", agregó.
"Jetsun Pema es joven, cálida, y de buen corazón y carácter. Estas cualidades, junto a la sabiduría que llegará con los años y la experiencia, harán de ella una gran servidora de la nación", declaró por su parte el rey Wangchuk al anunciar en mayo su decisión al Parlamento.
A pesar de su apertura a la vida moderna, este reino, conocido por su indicador económico de "Felicidad Nacional Bruta", preferido al Producto Nacional Bruto para medir el bienestar de sus súbditos, está orgulloso de haber logrado preservar sus tradiciones.
Hasta los años 60, en Bután no había carreteras, ni teléfono ni moneda. El reino sólo autorizó la televisión en 1999, pero sigue seleccionando a sus turistas mediante el sistema de otorgar visados a 200 dólares diarios. Este país, que hasta 2008 fue una monarquía absoluta, es ahora una monarquía parlamentaria donde el budismo sigue influyendo en la vida cotidiana.
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