28 de febrero de 2012

El grave accidente del príncipe Friso vuelve a desestabilizar a la Casa Real Holandesa

Los problemas de salud siempre tuvieron protagonismo en la vida de la familia real holandesa.

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En 1948 –el año de su proclamación como soberana–, la reina Juliana de los Países Bajos y su marido, el príncipe Bernardo, pusieron en manos de la curandera Greet Hofmans el tratamiento de la ceguera de su hija menor, la princesa Cristina, nacida un año antes. Sin embargo, poco a poco, la influencia de Hofmans sobre la soberana se fue extendiendo hasta convertirse en su principal confidente. Y no precisamente para bien.

De entrada, la actitud de Hofmans provocó una grave crisis matrimonial entre Juliana y Bernardo, una de cuyas consecuencias fue el nacimiento de Alicia von Bielefeld, la primera de las dos hijas naturales del príncipe consorte, fruto de sus amoríos con una señora de identidad nunca revelada. Pero Bernardo –inspirador del Grupo Bilderberg, entre otros logros– tenía demasiada personalidad como para dejarse apartar por una curandera. Para recuperar su lugar, tenía que encontrar un ángulo de ataque que diese el golpe de gracia a Hofmans. Y lo encontró.

Uno de los rasgos principales de la curandera eran sus sólidas ideas pacifistas, que en plena Guerra Fría podían representar un serio peligro para la seguridad del Estado si la reina las hacía suyas; los Países Bajos eran un miembro muy activo de la OTAN. Bernardo lo sabía y filtró el asunto a Der Spiegel. El 13 de junio de 1956, el prestigioso semanario alemán publicó un artículo titulado La reina y su Rasputin.

El Gobierno holandés reaccionó secuestrando la edición de Der Spiegel, pero el escándalo era demasiado grave como para que no se tomasen medidas: las demoledoras conclusiones de la comisión de investigación –que siguen sin hacerse públicas– supusieron la expulsión de Hofmans de la Corte.

Oficialmente, el caso se consideró como cerrado pero siguió planeando durante décadas sobre la Familia Real hasta el punto de que pocos meses antes de su muerte –acaecida en 2004–, el príncipe Bernardo estimó oportuno escribir una carta al diario De Volkskrant en la que confiaba en que una eventual publicación de las conclusiones de la comisión colocase a cada uno en su sitio en relación “con este complejo asunto”.

No todo, sin embargo, permanece bajo siete llaves: autorizado por la reina Beatriz a consultar parte de los archivos, el historiador Cees Fasseur reveló en 2008, en una exhaustiva biografía sobre Juliana y Bernardo, la existencia de una carta anónima que amenazaba de muerte al jefe de la Casa de la Reina y a la propia Hofmans si esta última no abandonaba palacio. El caso Hofmans no fue el último en el que la salud iba a perturbar el normal funcionamiento de la Familia Real de los Países Bajos. El protagonista iba a ser esta vez el príncipe Claus, esposo –ya fallecido– de la actual reina Beatriz.

Con tesón y paciencia, el alemán Claus von Amsberg consiguió superar el recelo que sus dos meses de servicio en una división acorazada del Ejército de Hitler en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial causó en la opinión pública holandesa cuando contrajo matrimonio con la entonces heredera. El hecho de tener una personalidad menos exuberante que la de su suegro no le impidió labrarse su propio camino y dejar su huella en asuntos como la cooperación con el tercer mundo o la conservación del patrimonio histórico. Pero nunca pudo desplegar todas sus cualidades.

¿La causa? Una depresión crónica que empezó al poco tiempo de que Beatriz asumiese el trono le mantuvo largas temporadas confinado en un hospital psiquiátrico de Basilea. Pese a ser un matrimonio bien avenido, hay malas lenguas que aseguran que no soportó el nuevo protagonismo de su esposa cuando esta se convirtió en reina. En 1991, el Gobierno holandés anunció la hospitalización del príncipe por tiempo indefinido. No fue del todo así, pero desde ese momento hasta su muerte en 2002 sus apariciones públicas fueron escasas.


Otras víctimas

Tras contraer tuberculosis, en noviembre de 1847, el príncipe Alejandro (hijo del rey Guillermo II) viajó a la isla de Madeira para mejorar su salud en un clima más favorable. Sin embargo la enfermedad se agravó y terminó falleciendo el 20 de febrero de 1848.

Los excesos en sus aventuras nocturnas -prostitutas y alcohol- provocaron la muerte prematura del depresivo príncipe Guillermo de Orange (hijo y heredero del rey Guillermo III) por una enfermedad hepática. Tenía 38 años.

Su hermano Mauricio murió murió de meningitis porque Guillermo III se negó a que fuera atendido por los médicos que su odiada esposa le recomendaba. En medio de la batalla marital, el príncipe se convirtió en víctima a los 7 años de edad.

Treinta años después, el otro hermano, Alejandro, falleció olvidado por todos, aislado y recluido por diversas enfermedades que lo dejaron paralítico. Estas tres muertes dejaron sin heredero al rey Guillermo III, que se vio obligado a casarse con una mujer mucho mayor, que le dio una hija: la futura reina Guillermina.




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