9 de marzo de 2012

La vida de malvinenses, revolucionada con la presencia del príncipe Guillermo

GRAN BRETAÑA | Así recibieron los habitantes de las Islas Malvinas al príncipe Guillermo de Inglaterra, en medio de la crisis diplomática entre su país y la República Argentina.


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Los imanes con las imágenes del príncipe Guillermo de Inglaterra y de su esposa, la duquesa de Cambridge (Kate), en los comercios de regalos representan la mayor oportunidad que tendrán los malvinenses de ver de cerca al futuro rey de Inglaterra, que solo ha visitado la ciudad una vez hasta ahora durante su misión militar de seis semanas en las islas.

Pero los malvinenses tratan de todos modos de seguir sus pasos, orgullosos de tener a un miembro de la realeza cuando se aproxima el 30mo aniversario de la invasión argentina del 2 de abril de 1982.

Los rumores circulan por los teléfonos celulares y Facebook donde se intercambian detalles de quienes lo vieron. La noticia sobre su compra de un pingüino en una tienda de regalos se difundió como reguero de pólvora, y cuando se acerca algún helicóptero, se asoman muchas cabezas para ver si se trata de uno de los aparatos de rescate amarillos de la Real Fuerza Aérea, como el que podría pilotear Guillermo.

"Las damas de Stanley se han convertido súbitamente en expertas en helicópteros", bromeó Gavin Short, instalador de cable, que también se desempeña como miembro de la asamblea legislativa del gobierno de las Falklands, como llaman los británicos a las islas. "Pueden divisar ahora un helicóptero amarillo a cinco millas".

La presidenta argentina Cristina Fernández dijo recientemente que Guillermo debió haber venido con traje de diplomático y no con el "uniforme de un conquistador" a las Malvinas. Argentina considera a las islas parte de su nación, ocupadas ilegalmente por Gran Bretaña desde 1833.


"Una completa tontería", opina Short. "¿Qué amenaza puede representar en un helicóptero de búsqueda y rescate? Maneja una máquina que rescata gente. Es algo de lo menos bélico que se pueda hallar aquí", agregó.

El cuartel de Guillermo, por lo menos, puede divisarse a la distancia cuando los turistas aterrizan en este rincón remoto del imperio británico, a 13.000 kilómetros (8.000 millas) al sur de Londres y a 500 kilómetros (300 millas) de las costas argentinas.

El aeropuerto de Mount Pleasant se encuentra dentro de una guarnición militar de 1.200 efectivos a 55 kilómetros (35 millas) de la ciudad, y fue construido por el ministerio de defensa británico para recibir aviones grandes después del fallido intento argentino.

Pero nadie fuera de los militares es autorizado a llegar hasta donde Guillermo se aloja, en dormitorios para varones rodeados por alambrados de púas.

El teniente aéreo Wales, como es conocido en la Real Fuerza Aérea, es uno de varios pilotos a disposición para misiones de búsqueda y rescate en el archipiélago de 704 islas, donde aun los pocos caminos de grava están muy apartados entre sí. 

Sus misiones no han sido difundidas públicamente, aunque varios isleños dijeron que el príncipe recogió a un reportero de la BBC herido en una pierna en una de las islas más pequeñas.

Guillermo también hizo una breve visita al hospital local y un viaje de placer durante el fin de semana a la remota isla Sea Lion, un paraíso para los aficionados a la vida natural donde pueden verse de cerca pingüinos, leones marinos y elefantes marinos, dijeron los isleños.


Sea como fuere, saber que Guillermo está aquí entusiasma a los isleños, que se han aficionado a los militares británicos desde que los soldados los rescataron. Ahora que se aproxima el trigésimo aniversario del comienzo de la guerra, se ven banderas británicas por toda la ciudad, y la cultura probritánica de los 3.000 residentes es más ferviente que nunca.

Guillermo es particularmente apreciado, y su casamiento con Kate en Londres el año pasado fue un pretexto resonante para organizar fiestas en las Malvinas, dijo Amelia Appleby, que trabaja en la oficina del gobierno. 

Las mujeres desempolvaron sus trajes de bodas y efectuaron un desfile, y el vocero del gobierno, Darren Cristie, y su esposa se esmeraron por posar como imitadores de la pareja real.

"Fue algo muy grande aquí, una fiesta de todo el día", comentó Appleby. "Probablemente se debe a que todos somos muy patriotas".

La mayoría de los 3.000 pobladores son gente nacida en las islas y otros territorios británicos de ultramar, y hablan un inglés matizado por los acentos de más de 30 naciones, como reflejo de la combinación de marinos, soldados, agricultores y sus familias que se forjaron un estilo de vida propio a lo largo de nueve generaciones de control británico.

"El está aquí como soldado en ejercicio y es tratado como cualquier otro soldado", aseguró Short, manifestando el profundo respeto que los isleños tienen por los militares británicos, que han pasado a ser una parte apreciada de la vida aquí.


Los soldados y los isleños toman cerveza juntos en los bares y se mezclan en las filas de los supermercados, y los Land Rover son los vehículos preferidos de civiles y militares.

Esa posición también refleja la manera de ser de los isleños: sin pelos en la lengua, admiradores del esfuerzo y los sobrentendidos.

Pero después de todo Guillermo es un príncipe, y luego de que hizo una breve visita junto con otros soldados a uno de los comercios locales de regalos, la vendedora llamó entusiasmada a su amiga para decirle "¡El compró un pingüino!"

Cuando le preguntaron qué tipo de pingüino de peluche había comprado -"¿Rockhopper, King, Gentoo o Magellan?"- la empleada entró a sospechar y prefirió mantener secretos los detalles de la compra: "Eso sería violar su privacidad, ¿no es así?"

No todos son tan reticentes. Un isleño emprendedor confió que ganó dinero fácil vendiendo a un periódico de Londres una foto instantánea de la breve visita de Guillermo al comercio. AP






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