Tras la extraordinaria boda del príncipe Guillermo de Inglaterra, y cuando aún no se apagan los ecos de los fastos vividos en Londres, es el turno de la bellísima Zara -prima del príncipe- para casarse con el rugbier Mike Tindall. La boda, en Escocia, el 30 de julio, promete ser uno de los grandes acontecimientos sociales en Gran Bretaña, aunque seguro no superará en esplendor a la de Guillermo y Kate.
Al otro lado de Europa, también la dinastía Grimaldi -la
familia real del minúsculo principado de Mónaco- se alista para lucir sus
mejores galas en el casamiento de su soberano, Alberto II, con la ex nadadora
Charlene Wittstock, el próximo 2 de julio.
Aunque ambos acontecimientos prometen ser brillantes, las
ceremonias guardan profundas diferencias. Zara es hija de la princesa Ana de
Inglaterra, y nieta de Isabel II. Tiene pocas posibilidades de ser reina, su
casamiento será el de una “celebrity” más que el de una princesa, y no influirá
de manera determinante en la monarquía británica.
En Mónaco, las cosas son diferentes. Charlene se va a
convertir en la esposa del príncipe y jefe de Estado de una nación riquísima.
Su principal deber será engendrar un príncipe heredero varón que garantice la supervivencia
de los Grimaldi. El otro papel preponderante de la futura princesa Charlene
será devolver a Mónaco el “glamour” perdido con la muerte de Grace Kelly, en
1982.
Años de escándalos, tragedias y matrimonios mal avenidos
estigmatizaron a los habitantes del palacio monegasco. Incluso se cuenta la
leyenda de una gitana que maldijo al príncipe Rainiero I, en el siglo XI, tras
haberla secuestrado y violado junto a varios cortesanos. La gitana prometió al
Grimaldi que desde entonces, y para siempre, ningún matrimonio sería feliz
dentro de su familia. Dicho y hecho. Pero Alberto II apuesta ahora, a los 53
años, por formar un matrimonio feliz, engendrar hijos y romper con la maldición
de los Grimaldi.
Luego de 30 años, Charlene llega para remplazar como
“primera dama” a su cuñada la princesa Carolina. La mayor de los Grimaldi se
empeñó en cumplir el objetivo de Rainiero: seguir haciendo de Mónaco un
poderoso imán para fortunas. Así fue hasta el fallecimiento de su padre, en
2005. Alberto II le sucedió y algunas cosas empezaron a cambiar. Intentó
recuperar para la causa familiar a Estefanía, pero el panorama cambió cuando
Wittstock apareció en escena.
Comentaristas y expertos en la realeza consideran que el
matrimonio de Alberto II será un acontecimiento mucho más grande que la boda de
1956 de sus padres, Rainiero III y la estrella de cine estadounidense Grace
Kelly. La futura princesa es considerada abierta, moderna y ambiciosa. En
Facebook administra su lista de “fans” y aprendió el nombre de cada una de las
200 habitaciones del palacio.
Con mucha seguridad en sí misma rechazó la alusión de un
periodista acerca de que no podía convertirse en una copia de Grace Kelly. “¡Cada
persona es única!”, le contestó. “Su energía, su humor, su generosidad, son un
apoyo muy valioso para mí”, dijo Alberto.
El príncipe espera que su boda sirva para “unir el respeto
de las tradiciones y de la modernidad, así como la fuerza de las instituciones
en la expresión de su simplicidad”. También tiene la plena convicción de que
los monegascos se sienten felices con la mujer que eligió como princesa, sobre
todo por los valores que la ex nadadora puede reforzar en la sociedad.
Aunque nació en Rodhesia (hoy Zimbabwe), en 1978, Charlene
pasó la mayor parte de su vida en Sudáfrica, país que le dejó una profunda
impresión. Leyó libros de la Premio Nobel Nadine Gordimer, desarrolló un
delicado olfato para injusticias sociales y se convirtió en una mujer
socialmente comprometida. Apoya activamente la Fundación Nelson Mandela y su
primer viaje como primera dama será a Durban.
El Principado de Mónaco anuncia el compromiso del príncipe
Alberto y Charlene el 23 de junio de 2010. La boda está planeada para el 2 de
julio de este año, según el rito católico, en una ceremonia al aire libre. La
víspera, el 1 de julio, contraerán matrimonio civil en el Salón del Trono del
Palacio Grimaldi. Ese día, Charlene se convertirá en “Su Alteza Serenísima la
Princesa Charlene de Mónaco, Marquesa de Baux, Duquesa de Valentinois, Condesa
de Carlades, Baronesa de Saint-Lô…” y un buen número de títulos más.
Por ahora, en Mónaco resta un detalle. El fotógrafo y
diseñador alemán Karl Lagerfeld aconsejó a su amigo Alberto II que adelgace, o
no entrará en el traje que deberá llevar en la ceremonia. “Alberto tiene que
adelgazar con urgencia antes de la boda. Le he hecho llegar trajes de Dior,
pero ninguno le entra. Aparte de eso, es un tipo agradable”, afirmó Lagerfeld
en declaraciones al dominical del popular alemán “Bild”.
La boda que no será ni asunto de Estado ni tendrá
trascendencia histórica será la de Miss Zara y el fornido Tindall, que tendrá
lugar en Escocia. La última vez que una boda de la Familia Real se llevó a cabo
en Escocia fue en 1992, cuando la princesa Ana -madre de Zara- se casó con su
segundo marido el comandante Timothy Laurence. Antes que ellos, no hubo una
boda real en Escocia en siete siglos de historia.
La ceremonia tendrá lugar en una antigua iglesia amurallada del
siglo XVII, la de Canongate Kirk, ubicada
en la Milla Real de Edimburgo. El templo informa en su sitio web de sus
honorarios a los contrayentes interesados en contraer matrimonio allí: unos 90
euros para el organista, 30 euros para el sacerdote y un donativo mínimo de 230
euros a la iglesia.
El modesto templo fue construido en 1688 para recibir a los
fieles que fueron expulsados de la Abadía de Holyrood. El interior ofrece un
lugar dedicado al culto basado en la sencillez decorativa. A falta de estatuas
o cuadros, pasan a cobrar especial atención los bancos pintados de color azul
claro colocados sobre una gran alfombra de color granate. Las paredes se
mantienen impolutas y las ventanas proyectan una gran cantidad de luz en el
interior al carecer de vidrieras.
Darío Silva D'Andrea
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