8 de marzo de 2012

De playboy rebelde a diplomático seductor

GRAN BRETAÑA | El príncipe Enrique, considerado el 'enfant terrible' de la familia real, asumió el papel de diplomático sin renunciar a su lado desenfadado durante la primera gira en solitario que le llevó al Caribe en representación de la reina Isabel II con motivo del Jubileo.


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El príncipe Enrique, considerado el 'enfant terrible' de la familia real británica, asumió el papel de diplomático seductor sin renunciar a su lado desenfadado durante la primera gira en solitario que le llevó al Caribe en representación de la reina Isabel II con motivo del Jubileo.

"El príncipe, que ha trabajado duro para ganarse su reputación de aficionado a las discotecas y a las mujeres bonitas, era hasta esta semana una incógnita en el escenario internacional", señaló el diario The Times.

Desde muy joven, el hijo menor del príncipe Carlos y de la difunta princesa Diana, de 27 años, protagonizó algunos escándalos sonados como cuando admitió haber fumado marihuana a los 17, cuando vistió un uniforme nazi para una fiesta de disfraces en 2005 o cuando golpeó a unos paparazzi demasiado intrusivos.

Pero desde entonces, antaño conocido como el "príncipe feliz" por su eterna sonrisa ha tratado de limpiar su imagen con instrucción militar en Afganistán o convirtiéndose en piloto de helicópteros Apache, manteniendo su desparpajo.

Una "informalidad" que "le ha funcionado bien" durante esta gira por Belize, Bahamas y Jamaica, antes de una visita prevista este fin de semana a Brasil.

"Un príncipe que se deja abrazar es un éxito instantáneo", estimó el diario refiriéndose al poco protacolario abrazo inmortalizado el martes entre el pelirrojo joven y la primera ministra de Jamaica, Portia Simpson Miller.

Enrique, tercero en la línea de sucesión a la Corona británica, llegaba sin embargo a un "campo minado", subrayó el Daily Telegraph. Pocas horas antes de recibirlo, Simpson Miller dijo que quería hacer de Jamaica una república que dejara de tener a Isabel II como jefa de Estado.

Pero Harry logró una "ofensiva diplomática de seducción", estimó el diario.


Con motivo de su gira, organizada por una monarquía fiel a su eficaz estrategia de relaciones públicas que alía modernidad y tradición, se apuntó a las degustaciones de ron, y no sólo mojándose los labios como hubieran hecho otros miembros de la familia.

Lo que llevó incluso a un diario local a escribir que estaba borracho en Belize. La secretaría del príncipe se quejó de inmediato a la publicación, según el Times.

Enrique tampoco tuvo que hacerse mucho de rogar para bailar cuando la ocasión se presentó. Pudo "hacer alarde de las competencias afinadas en los locales nocturnos de Londres", según el Sunday Telegraph. El príncipe deleitó al público cuando se soltó con unos movimientos de carrera, aunque rápidamente recuperó la compostura.

Esta actitud espontánea contrasta con la reserva de su abuela Isabel II, la rigidez de su padre y la cortesía casi demasiado perfecta de su hermano Guillermo, mucho más políticamente correcto.

Durante su gira, además de las tradicionales visitas a hospitales o inauguraciones, Enrique vistió los colores de Jamaica para medirse en un simulacro de carrera al atleta más veloz del mundo, Usain Bolt.

"Buena onda jamaicanas con el príncipe Enrique... Nos vemos en los Juegos Olímpicos" de Londres el próximo verano, escribió luego el triple campeón de Pekín 2008 en su cuenta en Twitter.

Fuera de la gira del Jubileo, que celebra los 60 años de la subida al trono de la reina Isabel, Enrique viajará oficialmente el viernes a Brasil, donde además de lanzar una campaña de promoción del Reino Unido y visitar una favela, la agenda incluye también un poco de samba y de vóley playa. AFP




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