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La primera vez que el príncipe Alberto vio a Charlene, ella estaba en bañador. Quizá por ello, y como princesa moderna que es, no tiene reparos en plantarse en traje de baño ante el objetivo del prestigioso fotógrafo Patrick Demarchelier para la publicación estadounidense. Su figura es, desde luego, propia de una nadadora de élite. «Fue muy halagador», recuerda Wittstock sobre su primer encuentro, en un evento en Montecarlo. «Después de verme nadar, Alberto pidió permiso a mi manager para pedirme una cita. Estuvimos toda la velada riendo y hablando».
No fue hasta cinco años más tarde, en diciembre de 2005, cuando se reencontraron en Ciudad del Cabo. «En Año Nuevo, me pidió salir oficialmente», recuerda la novia. «Nuestra primera aparición pública fue en los Juegos Olímpicos de Turín en febrero de 2006», añade. Para Wittstock, moverse entre la realeza no era un entorno natural y agradece lo facilitador que fue el príncipe en aquel momento: «Alberto lo hizo fácil. Estaba claro que compartíamos las mismas pasiones, los dos nos emocionábamos mucho viendo a los atletas. El deporte es el común denominador en nuestras vidas».
Estilo de princesa
Y al igual que sus imágenes junto a Alberto de Mónaco despertaban un gran interés en medio mundo, también su estilo se convirtió en el centro de atención de muchísimas miradas. ¿Era Charlene tan estilosa como la princesa Gracia?
«Encontrar mi estilo ha sido, con diferencia, el mayor reto», dice, recordando su prueba de fuego en el Baile de la Rosa en 2007. «Me sentía como un pez fuera del agua. Pensé que todo sería diversión, diversión, diversión, y no le di más vueltas a mi estilismo. Había estado jugando a volleyball todo el día en la playa, me pinté las uñas de rojo y me puse un vestido verde. En aquel momento pensé que estaba genial, pero mirándolo ahora, me doy cuenta de que mi debut en la sociedad monegasca debería haber sido mejor», dice Wittstock.
En aquel momento no faltaron voces que opinaban sobre cómo debería vestir la novia del Soberano: «Me sentía insegura (...) Estaba aterrorizada por conocer a algún jefe de Estado con un look inapropiado... He llegado al punto en el que sé lo que me gusta y lo que funciona. Estoy comenzando a jugar con estilismos más frescos y atrevidos», dice.
En este proceso hay un hombre que ha jugado un importante papel: Giorgio Armani. El diseñador, que vestirá a Charlene el diá de su boda religiosa, sabe cómo realzar su esbelta figura con trajes y vestidos de noche con escotes que «enfatizan la bella estructura de sus hombros».
Otro de los grandes de la moda, Karl Lagerfeld, es un firme defensor de Charlene. «Karl me llevó a su taller en París. Me dijo: 'Vas a ser un icono de estilo. Traes un soplo de aire fresco y de glamour moderno a Mónaco'. Después, me preguntó si había alguna prenda con la que siempre me habría gustado experimentar, y contesté: 'Una chaqueta de esmóquin'. Volvió a su apartamento y me trajo una camisa blanca y una chaqueta de esmóquin de su propio armario». (Artículo de ABC)
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Y al igual que sus imágenes junto a Alberto de Mónaco despertaban un gran interés en medio mundo, también su estilo se convirtió en el centro de atención de muchísimas miradas. ¿Era Charlene tan estilosa como la princesa Gracia?
«Encontrar mi estilo ha sido, con diferencia, el mayor reto», dice, recordando su prueba de fuego en el Baile de la Rosa en 2007. «Me sentía como un pez fuera del agua. Pensé que todo sería diversión, diversión, diversión, y no le di más vueltas a mi estilismo. Había estado jugando a volleyball todo el día en la playa, me pinté las uñas de rojo y me puse un vestido verde. En aquel momento pensé que estaba genial, pero mirándolo ahora, me doy cuenta de que mi debut en la sociedad monegasca debería haber sido mejor», dice Wittstock.
En aquel momento no faltaron voces que opinaban sobre cómo debería vestir la novia del Soberano: «Me sentía insegura (...) Estaba aterrorizada por conocer a algún jefe de Estado con un look inapropiado... He llegado al punto en el que sé lo que me gusta y lo que funciona. Estoy comenzando a jugar con estilismos más frescos y atrevidos», dice.
En este proceso hay un hombre que ha jugado un importante papel: Giorgio Armani. El diseñador, que vestirá a Charlene el diá de su boda religiosa, sabe cómo realzar su esbelta figura con trajes y vestidos de noche con escotes que «enfatizan la bella estructura de sus hombros».
Otro de los grandes de la moda, Karl Lagerfeld, es un firme defensor de Charlene. «Karl me llevó a su taller en París. Me dijo: 'Vas a ser un icono de estilo. Traes un soplo de aire fresco y de glamour moderno a Mónaco'. Después, me preguntó si había alguna prenda con la que siempre me habría gustado experimentar, y contesté: 'Una chaqueta de esmóquin'. Volvió a su apartamento y me trajo una camisa blanca y una chaqueta de esmóquin de su propio armario». (Artículo de ABC)
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