Desde el nacimiento de Savannah Phillips (bisnieta de Isabel II) en 2010, el conde ocupaba el puesto 46 en la sucesión al trono británico. Fue el primer miembro de la Familia Real Británica en divorciarse luego de 400 años de historia.
El padre de ambos era dieciocho años mayor que su madre, y falleció cuando el menor tenía 23 años. El conde de Harewood se lamentó después de que la princesa María había heredado de su progenitora la misma incapacidad de demostrar sus emociones. Y así, de una infancia carente de abrazos maternales y calor familiar, los desconocidos George y Gerald vivieron una vida repleta de divorcios, hijos ilegítimos y segundas nupcias.
Nació un año después de la boda de sus padres, en 1923. Por primera vez en los últimos 500 años de la historia de la monarquía británica, una princesa real, hija de un monarca, daba a luz a un niño plebeyo: la última había sido la princesa Cecily de York, vizcondesa de Welles, hija del rey Eduardo IV.
George escandalizó a su familia en 1949, al convertirse en el primer familiar de un monarca británico en casarse con una plebeya, pero sacudió aún más la estabilidad de la Casa de Windsor un día en que se descubrió que no solamente tenía una amante, sino que aquella amante se encontraba embarazada. En 1967 el conde firmó el divorcio de su primera esposa, Marion Stein.
La Ley de Matrimonios Reales de 1772 exige que todos los parientes del soberano británico con posibilidades de acceder al trono solicitaran permiso antes de casarse. La cuestión era espinosa, porque se trataba del primo de la reina, cuya posición como Defensora de la Fe Anglicana le impedía aceptar el divorcio, y mucho menos una segunda nupcia. A los ojos de muchos, aquellas leyes estaban ya muy fuera de moda, y tanto el conde de Harewood como la señorita Patricia Tuckwell estaban muy enamorados.
La reina Isabel II consultó con el primer ministro, Harold Wilson, quien contestó que el conde ocupaba el remoto decimoséptimo puesto en la línea de sucesión, con casi nulas probabilidades de ascender al trono. Además, corrían los años ’60, y la opinión pública estaba cambiando en materia de divorcios y nuevos matrimonios.
El desenlace de aquella novela fue discretamente histórico. El Gabinete de Estado aconsejó a la soberana que consintiera el matrimonio entre lord Harewood y la señorita Tuckwell, aunque Isabel II puso como condición que la nueva boda se celebrara fuera de Inglaterra.
La reina accedió de mala a que su primo volviera a casarse, pero se lo hizo pagar caro, y durante muchos años. Condenado al ostracismo, no fue invitado al funeral de su tío el Duque de Windsor, ni tampoco a la boda de la princesa Ana, hija de la reina.
Fue obligado a retirarse antes de tiempo como rector de la Universidad de York, y a renunciar a su puesto de director artístico del Festival de Edimburgo, pero el tiempo, y el trato, hicieron que Harewood reiniciara las relaciones siempre tan armoniosas con su prima y la familia real.
El segundo hijo de lord Harewood, James Edward, nació en 1953 y fue un músico de rock y un hippy durante los años ’70, y un ciudadano del estado de Nuevo México, Estados Unidos, durante los ’80.
En su primera boda, en 1973 con la norteamericana Frederica Duhrrson, James entró a la iglesia vestido con pantalones de jean y un sobretodo de lama tibetano mientras su novia aparecía majestuosa utilizando el velo que su abuela, la princesa Real María, había utilizado en su boda cincuenta años antes; su segundo matrimonio, al igual que el primero, terminó en divorcio.
Un tercer hijo le nació al conde y la condesa de Harewood en 1955, y se llama Robert Jeremy Hugh, es un exitoso ejecutivo de la industria de la música rock, y tiene tres hijos. Darío Silva D'Andrea